A juicio de Estados Unidos, ya es oficial: en Sudán se han cometido crímenes atroces.
Confirmando lo que se sabía desde hace tiempo -y de lo que se ha informado en este boletín una y otra vez-, el gobierno de Estados Unidos ha anunciado formalmente su determinación de que se han cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en los últimos ocho meses de conflicto en Sudán.
En una declaración realizada la semana pasada, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, afirmó que tanto las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) como las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) han perpetrado crímenes de guerra. Blinken afirmó además que las RSF y sus milicias aliadas son también responsables de crímenes contra la humanidad y de limpieza étnica.
Es un reconocimiento del horror y el sufrimiento en que se ha sumido Sudán desde mediados de abril. Las cifras de la ONU elevan el número de muertos a más de 12.000 y el de desplazados de sus hogares a 6,6 millones, el mayor número de desplazados del mundo. Las atrocidades metódicas y los asesinatos masivos por motivos étnicos en Darfur han provocado la huida de más de 450.000 personas sólo a Chad.
La pregunta que se plantea ahora Washington es: ¿y ahora qué?
¿Qué esfuerzos diplomáticos y de otro tipo surgirán de esta determinación oficial de Estados Unidos y del reconocimiento de que en Sudán se están produciendo graves abusos?
En el mejor de los casos, no está claro. Blinken no anunció ninguna acción.
He aquí tres sugerencias, entre otras muchas ideas:
En primer lugar, Estados Unidos debería iniciar de forma proactiva conversaciones con socios internacionales para encontrar formas de proteger a los civiles en Sudán, junto con la ONU, la Unión Africana y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), que no han sido capaces de proporcionar una protección adecuada. Para ello, es necesario que ejerzan un gran peso diplomático.
En segundo lugar, Estados Unidos debe imponer sanciones adicionales a las personas contra las que existan pruebas creíbles y suficientes de que son responsables de crímenes atroces.
En tercer lugar, el gobierno estadounidense debe expresar su firme apoyo a la investigación del fiscal de la Corte Penal Internacional sobre los recientes crímenes cometidos en Darfur. Debe colaborar con el fiscal para encontrar la mejor manera de que Estados Unidos apoye el procesamiento efectivo por parte de la CPI de los implicados en atrocidades.
El reconocimiento formal por parte de Washington de los horrores que se están produciendo en Sudán desde hace meses está bien dentro de lo que cabe, pero no es suficiente. Ahora hay que pasar de las palabras a los hechos.
