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Mitos y realidades sobre las bombas de racimo

Mitos y realidades sobre las bombas de racimo

Mito: Las bombas de racimo son de uso indispensable en los conflictos bélicos actuales.

Realidad:

  • La vasta mayoría de las bombas de racimo acumuladas en la actualidad reviste escasa o nula utilidad en los conflictos contemporáneos, los que a menudo entrañan formas de guerra asimétricas entre bandos de fuerzas desiguales. Las bombas de racimo fueron diseñadas para ser utilizadas durante la Guerra Fría, específicamente para efectuar bombardeos a gran escala de formaciones masivas de tanques e infantería.

  • Los conflictos se desarrollan de manera creciente sobre o en las inmediaciones de zonas urbanas habitadas—un entorno especialmente inapropiado para el uso de bombas de racimo.

  • Las fuerzas militares que utilizan bombas de racimo no han suministrado evidencia concreta de la eficacia militar o del rol decisivo de dichos armamentos.

  • Las bombas de racimo menoscaban las estrategias militares y políticas al producir bajas  previsibles y evitables en la población civil.

  • La utilidad militar de las bombas de racimo se ve con frecuencia sobrepasada por los costos humanitarios que conlleva su uso, incluida las bajas entre civiles al momento del ataque y mucho tiempo después, así como el impacto social y económico a largo plazo que implican las peligrosas submuniciones no detonadas.

  • Mito: Las bombas de racimo son de vital importancia para la protección y multiplicación de las fuerzas militares.

    Realidad:

  • Las bombas de racimo presentan limitaciones e inconvenientes que pueden entorpecer las operaciones militares. En especial, la presencia de fragmentos sin detonar puede poner en peligro la seguridad de las tropas de las propias fuerzas y reducir su movilidad. Informes elaborados tras la Guerra del Golfo, Kosovo, Afganistán e Irak han puesto de relieve el impacto negativo generado por las bombas de racimo tanto sobre las fuerzas aliadas como sobre las fuerzas de paz.

  • En la Guerra del Golfo de 1991, las fuerzas de los Estados Unidos vieron su movilidad impedida y sufrieron bajas cuando operaban en zonas contaminadas por sus propias submuniciones sin estallar. Al menos 80 bajas del ejército estadounidense fueron atribuidas a sus propias submuniciones sin estallar.

  • Un informe sobre “lecciones aprendidas” elaborado por La Tercera División de Infantería de los Estados Unidos tras sus operaciones en Irak en el año 2003 caracterizó a las bombas de racimo como uno de los “perdedores” de la guerra. Destacó en especial a la munición convencional mejorada de doble propósito (DPICM, según sus siglas en inglés), una submunición empleada en bombas de racimo de artillería y de proyectiles terrestres. El informe se preguntaba, “¿Es la DPICM una reliquia de la Guerra Fría?”  Los comandantes “vacilaban en utilizarla... pero debían hacerlo” pues no contaban con armas alternativas. El informe señaló específicamente que dichas armas no “deben ser utilizadas en zonas urbanas.” Los oficiales de campo estaban especialmente preocupados por el alto índice de submuniciones sin estallar de la DPICM, el que resultó más alto de lo esperado.

  • Muchas bombas de racimo en depósito están alcanzando el término de su vida útil y se volverán armas peligrosas en caso de ser utilizadas.  Un tiempo de depósito prolongado podría incrementar el número de submuniciones sin estallar dejadas tras el uso de dichas armas.

  • Mito: No existen alternativas viables a las bombas de racimo.

    Realidad:

  • La revolución en materia de tecnología militar ha significado un avance sin precedentes en los índices de direccionalidad, precisión y fiabilidad de los armamentos. Resulta insostenible insistir en la necesidad de emplear bombas de racimo carentes de direccionalidad, capaces de liberar submuniciones también desprovistas de gobierno y con los consabidos altos índices de fallas, especialmente en zonas habitadas.

  • Existen hoy tecnologías alternativas para el ataque de material blindado y nuevas  modalidades se encuentran en vías de desarrollo. Los avances tecnológicos relacionados con sensores, interruptores y direccionalidad están permitiendo el desarrollo de armamentos capaces de cumplir con los objetivos militares establecidos para las bombas de racimo sin generar grandes cantidades de material bélico sin estallar y sin producir los efectos indiscriminados del impacto de dichas armas sobre extensos territorios.

  • La evolución de tácticas, técnicas y procedimientos para el empleo de otras armas continúa atenuando las presuntas ventajas militares atribuidas a los ataques con bombas de racimo.

  • Mito: En zonas pobladas, la única alternativa existente a las bombas de racimo es el uso extendido de proyectiles unitarios, el que causaría un daño humanitario aún mayor. 

    Realidad:

  • Debería existir una presunción de que cualquier ataque llevado a cabo con bombas de racimo en una zona poblada es un acto indiscriminado y, por lo tanto, ilegal en el marco del Derecho Humanitario Internacional (DHI). Si bien ciertos ataques con municiones unitarias en áreas pobladas pueden ser considerados lícitos, aquellos que son indiscriminados o desproporcionados constituyen una violación al DHI. Es inadmisible sostener que la única alternativa posible a un ataque ilegal por medio de bombas de racimo sea un ataque ilegal con armas unitarias.

  • De hallarse disponible, es necesario utilizar armamento de direccionalidad precisa desarrollado de conformidad con el DHI, en lugar de municiones carentes de direccionalidad precisa, a la hora de efectuar ataques contra blancos militares en zonas pobladas.

  • Mito: El derecho humanitario internacional (DHI) existente es capaz de abordar  la problemática que suscitan las bombas de racimo.

    Realidad:

  • Las normas existentes del DHI han demostrado ser inadecuadas para la protección de la población civil contra las bombas de racimo, que son la clase de armamento más propensa a recibir un uso indiscriminado y acarrear graves consecuencias. En todo conflicto en que se ha registrado fehacientemente el empleo de bombas de racimo, se las ha empleado de maneras que infringen el DHI.

  • Reglas específicas sobre bombas de racimo consolidarían los estándares y normas que prohíben los ataques indiscriminados y que obligan a los usuarios de armas a afrontar los efectos posbélicos.

  • El DHI se encuentra en constante evolución. Es natural que los estados continúen desarrollando y codificando las reglas de los conflictos armados.

  • Los criterios de los Estados acerca de cómo aplicar el DHI a las bombas de racimo y sus prácticas sobre cómo implementar el DHI con respecto a dichas armas han sido muy inconsistentes.  Human Rights Watch ha concluido que las medidas adoptadas por los Estados para implementar el DHI en relación con las bombas de racimo han resultado ineficaces, y que se requiere un nuevo instrumento legal internacional a efecto de garantizar la protección de las poblaciones civiles.

  • Mito: Soluciones técnicas tales como dispositivos autodestructibles pueden resolver el problema de las bombas de racimo.

    Realidad:

  • Los abordajes técnicos destinados a mejorar la fiabilidad se ocupan únicamente de la problemática posbélica y no así de los efectos de los ataques indiscriminados con bombas de racimo sobre amplias áreas pobladas.

  • Una solución puramente técnica a la fiabilidad ignora el impacto que producen las bombas de racimo al momento de un ataque cuando se las emplea en ámbitos  donde los blancos militares, la población civil y los objetos civiles se encuentran mezclados.

  • Los dispositivos autodestructibles pueden generar en las fuerzas militares la falsa impresión de que es posible utilizar bombas de racimo de manera segura en áreas pobladas, lo que podría dar lugar a nuevas instancias de uso indiscriminado en dichas áreas. Un comandante británico refirió a Human Rights Watch que las fuerzas británicas procedieron con mayor despreocupación en el uso de bombas de racimo en áreas pobladas en Irak en el año 2003 porque creían que los dispositivos autodestructibles eliminaban el riesgo para los civiles.

  • Es improbable que aun las fuerzas militares más avanzadas sean capaces de reducir el índice de falla al punto de contrarrestar los riesgos que conlleva la liberación de cientos, o incluso miles, de submuniciones a la misma vez.

  • Las bombas de racimo que contengan submuniciones con dispositivos autodestructibles aún pueden dejar atrás un gran número de fragmentos peligrosos sin estallar. Los dispositivos autodestructibles también pueden no funcionar. Incluso con un índice de falla del 1 por ciento, el impacto de un único proyectil en racimo típico generaría cerca de 40 fragmentos de municiones sin estallar semejantes a minas terrestres.

  • Los índices de falla en condiciones de combate son invariablemente superiores a aquellos establecidos por los estándares de producción aceptados o los regímenes de monitoreo y testeo. Resulta improbable que los altos índices de fiabilidad alcanzados durante las pruebas puedan ser reproducidos en condiciones de batalla, o en ámbitos operativos.

  • Expertos en seguridad han estimado que el índice de falla de los DPICMs M85 de procedencia israelí en el sur del Líbano en el año 2006 ha sido altamente superior al 1 o 2 por ciento establecido por los resultados de las pruebas previas. Dicho caso demuestra que los dispositivos autodestructibles no constituyen la solución al problema de las bombas de racimo.   

  • El personal de remoción de material bélico explosivo ha señalado que las submuniciones equipadas con dispositivos autodestructibles son más difíciles de remover que las no autodestructibles.

  • En la práctica, los Estados que poseen bombas de racimo no han limitado su empleo a aquellas que cuentan con dispositivos autodestructibles. Por el contrario, se han servido de todos los modelos a su disposición, empleando en ocasiones submuniciones con altos índices de falla así como variedades con índices de falla menores en una misma región.

  • Existen razones para preguntarse si una “solución” técnica es verdaderamente factible—y si se trata de un abordaje válido a escala global. Muchos Estados pueden aducir que no son capaces de costear mejoras técnicas, y que cualquier instrumento internacional basado en requerimientos técnicos únicamente sirve a los intereses de los Estados más ricos.

  • Mito: La Convención sobre Armas Convencionales (CAC) es el único foro eficaz para tratar la problemática de las bombas de racimo.  

    Realidad:

  • No existe virtualmente perspectiva alguna de resultados potencialmente significativos que puedan surgir de debates sobre bombas de racimo en el marco de la CAC en el año 2007 o en el futuro. La política de consenso del foro de la CAC ha obstaculizado un gran número de iniciativas humanitarias positivas a lo largo de los años.

  • Tras cinco años de tratativas, en el mes de noviembre de 2006, la CAC fue incapaz de alcanzar un acuerdo en torno a una propuesta modesta de ampliar las normas de regulación de las minas terrestres antivehiculares.  Esta propuesta fue avalada por algunos de los mayores usuarios, productores y almacenadores de dichas minas, incluido los Estados Unidos. Muchos Estados Parte de la CAC han señalado que alcanzar un acuerdo en relación con las bombas de racimo en el marco de la Convención sería mucho más difícil que el de las minas antivehiculares.

  • En noviembre de 2006, los Estados Parte de la CAC rechazaron una propuesta para dar comienzo a las negociaciones relacionadas con las bombas de racimo, y en cambio sólo accedieron a continuar el debate sobre los remanentes explosivos de guerra, centrándose en las bombas de racimo. La continuidad de los debates en el marco de la CAC es, en el mejor de los casos, un abordaje tibio para paliar un desastre humanitario en ciernes, y en el peor de ellos, una fórmula deliberada para un nuevo fracaso por parte de la CAC en su intento de lidiar adecuadamente con los riesgos que entrañan las bombas de racimo para la población civil.

  • No es motivo de asombro que los mayores usuarios y productores de bombas de racimo sean quienes insisten en que los debates actuales en el marco de la CAC constituyen el abordaje correcto, y no así las negociaciones urgentes.

  • De los 46 países que han manifestado su apoyo, hasta febrero de 2007, para la celebración de un nuevo acuerdo internacional en el año 2008 que proscriba las bombas de racimo que ocasionen daños inaceptables, 27 cuentan con depósitos y 17 son productores de dichas armas (representando el 50 por ciento de todos los países productores).

  • La CAC, con sus 102 Estados Parte (menos de la mitad de los países del mundo), se encuentra lejos de gozar de aceptación global plena. Cuenta con escasa adhesión entre los países en desarrollo, incluidos muchos de los países afectados por las bombas de racimo.

  • Cualquier país con intenciones serias de proteger a los civiles de los efectos letales producidos por las bombas de racimo se sumará de inmediato a la nueva iniciativa liderada por Noruega que apunta a elaborar un nuevo tratado internacional sobre bombas de racimo en el año 2008.

  • Aun si muchos usuarios, productores y almacenadores no se adhirieran de forma inmediata al nuevo proceso gestado fuera de la CAC, la negociación de un tratado comenzará a generar  nuevos estándares contra este tipo de armamento. Este hecho  moldeará la práctica de los Estados que se encuentren fuera del marco del tratado del mismo modo en que el Tratado sobre La Prohibición de Minas ha moldeado la práctica de muchos Estados que aún no han ratificado dicho tratado.

  • Mito: El Protocolo V de la CAC sobre Remanentes Explosivos de Guerra resuelve la principal preocupación sobre las bombas de racimo: la remoción de  los fragmentos peligrosos no detonados.

    Realidad:

  • El Protocolo V de la CAC sobre Remanentes Explosivos de Guerra no es un instrumento suficiente a la hora de abordar la totalidad de la problemática humanitaria suscitada por el empleo de bombas de racimo. Desde un costado positivo, el protocolo reforzará la creciente toma de conciencia de que el material bélico remanente debe ser removido lo más pronto posible, y que los usuarios de las armas que producen remanentes explosivos de guerra tienen responsabilidades especiales, incluso sobre territorios que no se encuentra bajo su control. Sin embargo, el protocolo sólo aborda la cuestión de la remoción de residuos tras el conflicto bélico. No hace referencia específicamente a las bombas de racimo, y es improbable que tenga algún efecto sobre su uso, producción, comercialización o almacenaje.

  • El Protocolo V no aborda cuestiones de empleo ni de selección de blancos—ni alude a los efectos de amplio alcance de las bombas de racimo sobre la población civil al momento del ataque. Tampoco alude a los requerimientos técnicos ni a los estándares de fiabilidad.

  • El lenguaje del Protocolo V es sumamente débil y está plagado de calificativos y ambigüedades—a tal grado las disposiciones clave en su mayoría pueden ser mayormente consideradas como de carácter voluntario.