(Kiev, 19 de octubre de 2022) – Las fuerzas rusas y otras que operan bajo su mando torturaron de forma rutinaria a los detenidos durante su ocupación de seis meses de Izium, una ciudad en la región de Járkov, en el noreste de Ucrania, dijo hoy Human Rights Watch.
Los sobrevivientes describieron que fueron sometidos a descargas eléctricas, simulacros de ahogamiento, fuertes palizas, amenazas a punta de pistola y que se les obligó a mantener posiciones de estrés durante largos periodos. Identificaron al menos siete lugares en la ciudad, incluidas dos escuelas, donde dijeron que los soldados los detuvieron y cometieron los abusos.
“La cruel violencia y los abusos en Izium no fueron incidentes al azar”, dijo Belkis Wille, investigadora sénior sobre crisis y conflictos de Human Rights Watch. “Múltiples víctimas compartieron con nosotros relatos creíbles de experiencias similares de tortura durante los interrogatorios en instalaciones controladas por las fuerzas rusas y sus subordinados, lo que indica que este trato formaba parte de una política y un plan”.
A finales de septiembre y principios de octubre, Human Rights Watch habló con más de 100 personas en Izium que estuvieron allí durante la ocupación rusa de la ciudad, desde marzo hasta principios de septiembre de 2022. Casi todos dijeron que tenían un familiar o amigo que había sido torturado, y quince personas –catorce hombres y una mujer— describieron haber sufrido torturas. Uno de los hombres tenía vínculos con las fuerzas armadas, pero el resto eran civiles. Los familiares y amigos de otros dos hombres detenidos y torturados dijeron que estos se suicidaron días después de haber sido liberados.
Los detenidos fueron sacados de sus casas, de la calle o de un mercado al aire libre y retenidos hasta 14 días. Todos los hombres afirmaron que recibieron descargas eléctricas o fueron golpeados con las manos, culatas de rifles, tubos de metal, tubos de plástico, una manguera de goma y, en un caso, un palo con un saco de arena en el extremo. Un hombre fue detenido cinco veces y torturado varias veces durante cada detención.
La mujer dijo que los soldados la abofetearon, le dieron puñetazos en el estómago y la amenazaron con violarla durante su detención de un día. El Washington Post informó del caso de otra mujer, aparentemente detenida en la misma sala en otro momento, que dijo haber sido violada repetidamente. Un hombre retenido allí al mismo tiempo dijo que había oído gritos de mujeres y que había escuchado a los soldados hablar de violencia sexual contra al menos una de las detenidas.
Un hombre de 21 años dijo que los soldados lo detuvieron en un mercado al aire libre el 5 o 6 de julio porque vieron un tatuaje en su codo que, según dijo, es común entre algunas personas con opiniones de derecha. Sin embargo, explicó que él tenía el tatuaje porque también era popular entre algunos aficionados al fútbol ucraniano.
Un hombre detenido a principios de abril en su puesto de trabajo en la estación de bombeo de agua dijo que los soldados le obligaron a grabarse en vídeo mientras le acusaban de ser un “Banderovets”, término utilizado despectivamente por los rusos para referirse a los ucranianos que apoyan a su gobierno; el término es una alusión al movimiento partisano antisoviético durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando fue liberado dos días después, algunos de sus amigos le dijeron que habían visto el vídeo. Human Rights Watch localizó el vídeo reenviado a YouTube, en el que se veía cómo el hombre entrevistado por los investigadores era acusado de ser un “Banderovets”.
Todos los detenidos dijeron que se les ordenó revelar los nombres de los residentes de Izium que servían en la policía, las Fuerzas de Defensa Territorial o eran veteranos de las operaciones de las fuerzas militares y de seguridad ucranianas de 2014 en la región de Donbás, conocidas como ATO. Algunos fueron acusados de poseer armas o drogas. Dos dijeron que se les preguntó directamente si apoyaban a Rusia. Las fuerzas rusas intentaron obligar a un hombre que tenía un generador en su casa a firmar un documento en el que les entregaba su casa. Otro dijo que las fuerzas llegaron a su casa, pusieron marihuana en la mesa de su cocina y le exigieron que firmara una confesión de que poseía drogas.
Todos los entrevistados que fueron detenidos dijeron que los soldados rusos les robaron objetos, incluyendo dinero, joyas, aparatos electrónicos y coches.
Human Rights Watch ha documentado anteriormente la tortura por parte de fuerzas rusas a personas en otras regiones de Ucrania que éstas ocuparon.
Las organizaciones e instituciones médicas internacionales y nacionales deberían establecer urgentemente servicios en la región de Járkov y otras zonas desocupadas para apoyar a las víctimas de la tortura, incluyendo apoyo psicosocial (salud mental) y servicios especializados para las personas sobrevivientes de violencia sexual.
“Todavía estamos descubriendo el alcance de los delitos y otros abusos cometidos contra la población de Izium durante la ocupación rusa, pero está claro que los sobrevivientes necesitan ayuda inmediatamente”, señaló Wille. “Nuestros hallazgos indican que las tropas rusas han cometido abusos horribles en muchas zonas que han ocupado, y existe una verdadera preocupación por abusos similares en otras zonas que siguen controlando”.
Para más información sobre las instalaciones donde se torturó a las personas y los tipos de tortura documentados por Human Rights Watch en Izium, véase más abajo.
Instalaciones de tortura en Izium
Los testigos identificaron siete instalaciones en la ciudad que las fuerzas rusas utilizaron supuestamente como bases y centros de detención: dos escuelas, una comisaría de policía, un antiguo complejo hospitalario, una estación de agua y saneamiento, una residencia y una fábrica privadas. Los investigadores pudieron entrar en cuatro de las instalaciones y verificar que efectivamente se utilizaban como centros de detención. Las personas entrevistadas son identificadas por seudónimos para su protección.
Dos de los hombres dijeron que los trasladaron a varios lugares y que no sabían dónde habían estado detenidos. Varias familias habían escuchado que también había personas detenidas en la Escuela nº 2 de Izium, pero los investigadores no pudieron identificar a nadie que hubiera estado retenido allí.
Un ex detenido mostró a Human Rights Watch una casa privada que ahora alberga a fuerzas ucranianas, donde cree que las fuerzas rusas lo tuvieron retenido durante un día. Dijo que sus captores le amenazaron diciendo: “No te metas con nosotros o aparecerán las fuerzas especiales de Kirov”. Más tarde lo llevaron a otra casa situada a gran distancia, diciéndole que estaba “en el frente” y que iba a desaparecer, antes de conducirlo de vuelta a la ciudad y liberarlo. Los residentes de la zona dijeron que las fuerzas rusas estaban utilizando la primera casa durante el tiempo que el hombre dijo haber estado detenido.
Policlínica de Ferrocarriles de la ciudad
Un edificio situado en el barrio de Verkhnie Selysche, en la orilla izquierda del río Donets, en Izium, se encuentra junto a la estación de ferrocarril, conocida coloquialmente como el “barrio del ferrocarril”. El edificio había dejado de funcionar como hospital unos dos años antes de la llegada de las fuerzas rusas a la ciudad. Junto a la estructura principal hay otro edificio con al menos tres garajes. Ocho hombres, entrevistados por separado, dijeron que las fuerzas rusas los habían detenido a ellos y a otras personas en dos garajes próximos al edificio principal, que habían ocupado. La mujer dijo que estuvo retenida en una pequeña habitación en un edificio frente a los garajes.
Human Rights Watch visitó el hospital el 22 de septiembre, que en gran parte no había sufrido daños, e inspeccionó los garajes. Los dos espacios de garaje coincidían con las descripciones de los ex detenidos, como que una tenía una pared de ladrillo y las otras paredes de cemento. Antes de la visita de Human Rights Watch, la policía ucraniana había registrado el recinto del hospital.
Los ocho hombres dijeron que fueron torturados con descargas eléctricas. En una sala del edificio, Human Rights Watch vio dos enchufes eléctricos ennegrecidos, pero no está claro si esto fue consecuencia de los abusos. Según dos ingenieros eléctricos ucranianos, los enchufes pueden ennegrecerse de este modo si se sobrecalientan, por ejemplo, durante las descargas eléctricas si los electrodos estaban situados cerca unos de otros en el cuerpo de la víctima.
Boghdan, de 36 años, dijo que era policía, veterano de la ATO y miembro de las Fuerzas de Defensa Territorial, y que estuvo detenido en un garaje de la Policlínica de Ferrocarriles de la ciudad. Boghdan estuvo retenido con otro veterano de la ATO, Yevgeny, de unos 40 años, pero Boghdan dijo que los soldados llegaron y se llevaron a Yevgeny. Desde que la zona volvió a estar bajo control ucraniano, Boghdan dijo que ha intentado sin éxito confirmar si Yevgeny ha sido liberado y si sigue vivo.
Dos hombres dijeron que oyeron gritos de mujeres mientras estuvieron retenidos en los garajes. Taisa, de 36 años, dijo que las fuerzas rusas los detuvieron a ella y a su esposo en su casa a mediados de junio y los llevaron a la Policlínica de Ferrocarriles de la ciudad. Dijo que la retuvieron sola durante un día en una pequeña habitación de un edificio situado frente a los garajes del recinto del hospital. En un momento dado, un soldado se acercó a la puerta y le gritó que debía prepararse, porque otro soldado vendría a violarla, aunque eso no ocurrió. Dijo que la llevaron a una sala del edificio principal y la interrogaron una vez.
El Washington Post entrevistó a una mujer que dijo haber estado retenida durante 10 días a principios de julio en lo que, según las descripciones detalladas de ambas mujeres, los investigadores determinaron que era la misma habitación, y que fue sometida a descargas eléctricas y a repetidas violaciones, incluso mediante sexo oral forzado. Boghdan, que estuvo retenido durante el mismo periodo de tiempo en ese lugar, dijo que escuchó los gritos de las mujeres en múltiples ocasiones, y afirmó que un día oyó a dos soldados de pie frente a la puerta del garaje hablando. “No le des comida, no ha hecho la mamada”, recordó que dijo uno de ellos.
Al inspeccionar la habitación, Human Rights Watch vio Alla, el nombre de la mujer entrevistada por The Washington Post, inscrito en la pared, así como las palabras y frases “electricidad, desvestida o violada”, “apenas viva”, “asesinada”, “muy doloroso” y “ayuda”. Dijo a The Washington Post que durante su detención había considerado la posibilidad de suicidarse.
Los retenidos en los garajes dijeron que solo les daban de comer una vez al día y que les daban alrededor de 1,5 litros de agua para compartir con hasta 13 personas retenidas en el garaje.
En la pared de una de las salas del hospital, los investigadores encontraron un emblema y las palabras en alemán “La verdad te hace libre” escritas en la pared, en lo que podría haber sido una referencia al uso que hacían los nazis de “El trabajo te hace libre”, el lema de la puerta de Auschwitz y otros campos de concentración nazis. Un antiguo empleado del hospital dijo a los investigadores que el emblema y la frase aparecieron en las paredes después de que las fuerzas rusas comenzaran a ocupar el edificio. El emblema podría representar granadas de palo cruzadas, que era el símbolo de la Brigada Dirlewanger, una brigada alemana de las SS de la Segunda Guerra Mundial.
El recinto del hospital se encuentra junto al centro cultural de la ciudad, que los militares rusos utilizaron como base, según dijeron residentes cercanos. Human Rights Watch visitó el centro y vio numerosas señales de la presencia militar rusa. En las puertas de dos oficinas de la planta baja, los investigadores vieron “3er escuadrón, 2º pelotón” sobre una gran Z, y “2º escuadrón, 2º pelotón, 8ª compañía”, escrito con bolígrafo negro.
Comisaría Central de Izium
La comisaría central de Izium, en la orilla derecha del río Donets, fue una base clave para las fuerzas rusas durante su ocupación, según dijeron la policía local, funcionarios y residentes. Human Rights Watch entrevistó a cinco hombres que dijeron haber sido retenidos y torturados allí. Describieron las celdas en las que estuvieron retenidos: en el lado oriental del edificio, en la planta baja, o en el sótano. Los investigadores encontraron tarjetas en las puertas de ocho celdas, aparentemente con el número de personas en cada celda, de una a cuatro.
Los cinco hombres dijeron que los llevaban casi todos los días al sótano del lado occidental del edificio, donde los interrogaban y torturaban. Dos de ellos dijeron que sus captores les obligaban a ponerse máscaras de gas en la cara cuando sus gritos eran demasiado fuertes. Los investigadores encontraron cinco máscaras de gas en una gran sala que solía ser una galería de tiro, en el sótano del lado izquierdo de la comisaría.
Taras, constructor de 31 años, dijo que el 19 o 20 de agosto dos soldados rusos lo detuvieron en un puesto de control, lo llevaron a su casa y la registraron. Encontraron casquillos de bala que había recogido y lo detuvieron. Taras dijo que lo dejaron en el vehículo durante unas horas, y luego tres soldados lo llevaron a la comisaría.
“Me llevaron a una de las oficinas del interior y me golpearon de forma intermitente durante tres horas, uno con una barra de metal y el otro con un tubo de plástico, mientras me exigían que les diera los nombres de los residentes que estaban en las Fuerzas de Defensa Territorial”, dijo Taras. “Incluso me pusieron una pistola en la cabeza y me amenazaron con disparar si no daba nombres”.
Taras dijo que lo retuvieron durante dos semanas en otra habitación con entre dos y cuatro personas más, fluctuando con el tiempo. Dijo que un hombre detenido con él, Vitali, de 21 años, había sido detenido con su padre, que estaba retenido en una habitación adyacente, y que oyeron sus gritos. Taras dijo que había visto recientemente a dos de los hombres retenidos con él, pero que no sabía qué había pasado con los otros dos.
Yura, de 46 años, que trabaja para una empresa de energía, dijo que las fuerzas rusas lo retuvieron en la comisaría central durante una semana a finales de agosto. Dijo que un veterano de la ATO estaba en la celda de abajo y que los presos se pasaban cigarrillos de un piso a otro a través de las ventanas del fondo de las celdas. Dijo que un día el hombre le llamó pidiendo un cigarrillo, diciendo que sería el último porque los soldados iban a matarlo. Yura dijo que, poco después, oyó que se abría una puerta y que sonó un disparo y que ya no volvió a oír la voz del hombre.
Escuela No. 6
El 23 de septiembre, Human Rights Watch visitó la Escuela Nº 6, en la orilla izquierda del río Donets, donde dos hombres dijeron que fueron detenidos y torturados. Tres personas que viven junto a la escuela dijeron que las fuerzas rusas ocuparon la escuela desde aproximadamente abril hasta julio. Los trabajadores del Servicio de Emergencias de Ucrania dijeron que habían retirado las minas terrestres y la munición sin explotar de los alrededores de la escuela. La escuela presentaba signos menores de daños y los investigadores observaron los restos de tres minas terrestres antipersona PFM-1 que habían detonado y una cuarta que parecía no haber sido detonada en un parche de hierba junto a la escuela.
El 21 de abril, Ihor, de 48 años, un electricista que fue detenido cinco veces, dijo que tres soldados rusos fueron a su apartamento y lo acusaron de tener marihuana. Registraron el apartamento, le pusieron una bolsa en la cabeza y le golpearon mientras le hacían bajar las escaleras y lo llevaban al coche. Dijo que lo llevaron a la Escuela Nº 6 y lo encerraron en un armario del pasillo durante media hora. En un momento dado, dijo que les llamó fascistas y que empezaron a golpearle, patearle y abofetearle. Lo llevaron ante un comandante que le pidió que identificara a los residentes que eran miembros de las Fuerzas de Defensa Territorial o de la ATO. Lo liberaron al día siguiente.
Zhenia, de 19 años, fue detenido en dos ocasiones, una de ellas en la Escuela nº 6. Dijo que los soldados lo sacaron de su casa el 24 de agosto: “En la escuela, uno de los soldados a cargo se acercó y quiso golpearme. Me cubrí la cara. Me dijo: ‘¿Qué eres, un boxeador?’ Entonces llamó a tres soldados y todos empezaron a golpearme. Me metieron primero en un armario y luego en una oficina durante tres días, pero a veces me sacaban para hacerme preguntas y golpearme; incluso me daban en la cabeza con sus walkie talkies”.
Un hombre que vive cerca de la Escuela nº 6 dijo que visitó el recinto y habló con los soldados muchas veces y que dedujo por su acento que los militares con los que trató eran fuerzas del LNR o del DNR (fuerzas de la “República Popular de Luhansk” o de la “República Popular de Donetsk”, zonas de las regiones de Luhansk y Donetska, respectivamente, actualmente ocupadas por Rusia).
Escuela No. 12
El 22 de septiembre, Human Rights Watch visitó la Escuela nº 12, también en la orilla izquierda del río Donets, que había sufrido daños considerables. Cuatro vecinos y un profesor del centro de preescolar situado frente a la escuela, ahora muy dañada, dijeron que las fuerzas rusas ocuparon la escuela desde principios de marzo hasta julio.
Andrii, de 55 años, funcionario público, dijo que las fuerzas rusas lo sacaron de su casa el 7 de abril y lo llevaron a la escuela durante varias horas. Dijo que los soldados le vendaron los ojos a él y a otras personas que habían detenido en el patio de la escuela y les hicieron pisar objetos redondos:
Cuando pisamos estos objetos, nos gritaron que no nos moviéramos porque estábamos parados sobre granadas, y hacían sonidos como si estuvieran sacando los pasadores. Nos mantuvieron así durante cuatro horas sin movernos en absoluto; estábamos petrificados. Finalmente, uno de los soldados me dijo que me moviera, y yo le dije que no, que no quería morir. Me dijo: “No te preocupes, acabo de poner el pasador”. Más tarde, cuando me estaba yendo, vi la zona del patio y me di cuenta de que nos habían mentido; nos habían tenido de pie sobre un montón de piedras.
Andrii mostró a los investigadores las fotografías que le hizo su mujer después de volver a casa, con moratones en las piernas, el costado, el pecho y el codo a causa de los golpes.
Tortura
Palizas
Un policía retirado dijo que soldados rusos se presentaron en su casa en junio o julio y le interrogaron sobre su hijo, que era policía y veterano de la ATO y había huido de la zona. Dijo que soldados de la LNR y otro soldado, que se identificó como checheno, entraron en su casa, le golpearon con las culatas de sus armas, le tiraron al suelo y le exigieron que les diera la dirección de los policías y de otras personas que almacenaban armas, amenazándole con llevarle “bajo tierra, donde nos lo contarás todo”.
Otro hombre, policía en activo, dijo que mientras los soldados registraban su apartamento a finales de abril, uno le golpeó en la mandíbula, haciéndole caer por un tramo de escaleras y rompiéndole el brazo izquierdo. Dijo: “Empecé a gritar. Los vecinos salieron y el soldado les dijo que volvieran a entrar y que yo me acababa de caer. Entonces me agarró por el cuello, me metió en nuestro apartamento y me obligó a sentarme en el sofá junto a mi mujer y me preguntó: ‘¿Dónde están tus armas?’”.
Mykhailo Ivanovych, de 67 años, que estuvo detenido a finales de agosto durante 12 días, dijo que un soldado le rompió el brazo izquierdo cuando le golpeó con lo que Mykhailo Ivanovych pensó que era un tubo de plástico. A finales de septiembre, el brazo de Mykhailo Ivanovych aún no se había curado correctamente y estaba a la espera de ser operado para reajustar el brazo.
Ihor, el electricista que fue detenido cinco veces, dijo que los soldados lo golpearon, incluso con la culata de un rifle, cuando lo detuvieron el 24 de junio y lo llevaron al garaje del hospital. Dijo que le vendaron los ojos y lo llevaron a una habitación donde primero le bajaron los pantalones y le golpearon las nalgas con algo duro. Luego le exigieron que les diera los nombres de los residentes que eran miembros de las Fuerzas de Defensa Territorial, de la policía o veteranos de la ATO.
Mykhailo Ivanovych dijo que en una ocasión, mientras tenía los ojos vendados, los soldados le presionaron en la espalda y los hombros con lo que, según él, parecían agujas. Los investigadores no vieron cicatrices en su espalda y, según el director médico de Médicos por los Derechos Humanos, las descargas eléctricas pueden sentirse como agujas bajo la piel.
Los hombres entrevistados dijeron que también recibieron patadas, bofetadas y puñetazos. Al menos dos hombres tenían costillas rotas cuando fueron liberados, y uno dijo que también tenía el esternón roto.
Posiciones de estrés
Ihor dijo que, en varias ocasiones, los soldados le obligaron a sentarse en el suelo con las rodillas dobladas hacia arriba. A continuación, le ataban las manos bajo las rodillas y le introducían una varilla metálica a lo ancho del pecho y bajo las axilas en una postura que él denominó “el loro”. Dijo que luego levantaban el tubo de metal para que quedara colgado.
“En algún momento les dije que me dieran una lista con los nombres de quienes quisieran y que la firmaría”, dijo, pero nunca le dieron nada para firmar. Dijo que al día siguiente llevaron a cabo un segundo interrogatorio similar, antes de liberarlo. Dijo que las fuerzas lo obligaban a adoptar la misma posición cada vez que lo detenían.
Boghdan, el policía, veterano de la ATO y miembro de las Fuerzas de Defensa Territorial, dijo que los soldados lo obligaron a ponerse en la “posición del loro” al menos una vez, pero lo describió de forma ligeramente diferente, diciendo que la barra de metal estaba por debajo de sus rodillas y por encima de sus codos. Dijo que una vez el tubo de metal no pudo soportar su peso; cuando los soldados lo levantaron, el tubo se dobló y se rompió. Ambos hombres dijeron que después de permanecer colgados en esta posición, no pudieron usar los brazos durante horas.
Boghdan dijo que un hombre retenido en la celda del garaje con él era alguien a quien había detenido una vez como policía. Dijo que el hombre le dio de comer después de haber sido colgado en la posición del loro porque no podía mover los brazos. Boghdan dijo que los soldados también le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y le cortaron el flujo de aire varias veces. En un momento dado, cuando se negó a dar información a los soldados, uno de ellos le amenazó con hacerle “sentarse en una botella”, lo que indicaba una violación anal. Boghdan dijo que las fuerzas rusas solo lo liberaron después de que aceptara trabajar para ellos como informante. Una vez liberado, huyó a Rusia, y de allí a Estonia, Polonia y luego regresó a través de Ucrania a Járkov.
Oleksandr, un agrónomo de 52 años, que fue detenido a principios de septiembre, describió la posición en la que le obligaron a estar como “la araña”: los soldados le obligaron a tumbarse boca abajo y le ataron las manos a los pies por la espalda. Luego le pusieron almohadillas eléctricas en las manos y le dieron descargas eléctricas.
Oleksandr dijo que los soldados lo sacaron de su casa, que tiene su propio generador y conexión a Internet, y que durante sus interrogatorios, incluso cuando lo pusieron en la posición de la araña, trataron de obligarlo a firmar un documento en el que cedía la propiedad de sus bienes al ejército ruso.
Durante sus cinco días de detención, los soldados rusos también lo metieron, en camiseta, pantalones cortos y zapatos, en lo que él creyó que era un edificio de almacenamiento. Abrieron las puertas y lo dejaron allí con los ojos vendados durante un día entero, con temperaturas que descendían a lo que, según él, eran unos 10 grados centígrados, sobre todo por la noche. “Cuando vinieron a buscarme al día siguiente, solo quería que me mataran, que acabaran con esto”, recuerda. Dijo que escuchó las voces de otras personas detenidas en el almacén.
Mientras estaba detenido, la esposa de Oleksandr dijo que las fuerzas rusas fueron a la casa y le dijeron que habían matado a Oleksandr y que le traerían sus orejas o el cuerpo entero para demostrarlo. No se enteró de que estaba vivo hasta que lo liberaron. Ella creía que habían intentado que abandonara su casa para que los soldados pudieran quedársela.
Oleksandr mostró a los investigadores su rodilla, que seguía inflamada debido a los fuertes golpes.
Simulacros de ahogamiento (“submarino”)
Dos hombres afirmaron haber sido sometidos a un simulacro de ahogamiento. Oleh, un albañil de 25 años, dijo que los soldados lo inmovilizaron en el suelo, le cubrieron la cara con un paño y le echaron agua en la cara de forma intermitente durante unos 30 minutos.
Andrii dijo que la segunda vez que los soldados lo detuvieron, el 11 de agosto, lo llevaron a una casa y lo dejaron con los ojos vendados en el patio durante dos horas. “Luego me llevaron al sótano, me taparon la nariz y me echaron al menos dos litros de agua por la garganta”, dijo. “Empecé a vomitar. Uno me dijo: ‘Si no empiezas a hablar, te llevaremos a los [soldados] del frente y entonces hablarás’”.
Andrii mostró a los investigadores la tela y la cinta adhesiva que le habían puesto alrededor de la cabeza para taparle los ojos. Los abusos continuaron: los soldados le dieron descargas eléctricas en los tobillos de forma intermitente durante otro día. Finalmente, un soldado le dijo: “No nos eres útil, te mataremos”, y lo llevaron a una zona boscosa, lo obligaron a arrodillarse y le pusieron una pistola en la cabeza. Luego, un soldado le dijo que, si contaba lo que le había pasado a alguien, los soldados volverían y matarían a su familia. Luego lo dejaron ir.
Descargas eléctricas
Los 14 hombres entrevistados dijeron que les habían aplicado descargas eléctricas, en algunos casos numerosas veces, sobre todo en los tobillos, pero algunos dijeron que les habían dado descargas en las orejas, los dedos de los pies, las manos, las puntas de los dedos y los genitales. Oleh dijo que los soldados le aplicaron descargas en los oídos y también dijo que tres hombres detenidos en el garaje con él le dijeron que les habían dado descargas eléctricas en los genitales.
Ihor dijo que, durante varios de sus interrogatorios, los soldados le colocaron cables eléctricos alrededor de los tobillos y le dieron descargas eléctricas de forma intermitente durante 30 o más minutos.
“Me electrocutaron en los tobillos durante tanto tiempo y con tanta potencia que parecía que me iba a dar un ataque al corazón”, dijo Oleksandr. “Siempre paraban la descarga en el último momento, justo cuando estabas a punto de que se te parara el corazón. Después me golpeaban, pero debido a las descargas, ya no sentía los golpes; no sentía nada”.
Pillaje
Ihor y Zhenia dijeron que el 17 de abril llevaban en coche a una vecina con sus pertenencias desde su casa, que había sido dañada en un atentado, a la casa de un amigo alrededor de las 10 de la mañana. Dijeron que fuera de una iglesia en la parte central de la orilla izquierda del río, donde las fuerzas rusas tenían un puesto de control, fuerzas de la LNR o de la DNR, lo que dedujo por sus acentos, pararon el coche y comprobaron sus documentos de identidad. Luego dijo que les acusaron de robar las pertenencias, aunque la propietaria estaba en el coche.
Las fuerzas detuvieron a Ihor y Zhenia y los llevaron al garaje del hospital donde los retuvieron durante tres días. Durante el arresto, Ihor dijo que un soldado le golpeó en el pecho con la culata de un rifle. Dijo que no detuvieron a la mujer, pero que se llevaron el coche con sus pertenencias. Mientras estuvieron en el garaje, Ihor dijo que apenas les alimentaban y que solo les daban 1,5 litros de agua al día, que tenían que repartirse entre las otras ocho personas retenidas con ellos. Mientras estuvo allí, dijo que los soldados le golpearon una vez, después registrarle y descubrir que tenía un destornillador en su bolsillo.
Otras personas afirmaron que los soldados rusos entraron en sus casas y se llevaron todos sus aparatos electrónicos, como tabletas, iPhones, televisores y joyas familiares, incluidos collares y anillos de oro y plata. Dijeron que los soldados también se llevaron el dinero que encontraron en sus casas o que llevaban encima en el momento de su detención, y en algunos casos en sus coches.
Suicidio
Human Rights Watch habló con familiares y amigos de dos hombres, Mykola Papirnyi, de 55 años, y Alexander Glushchenko, de 43, que fueron detenidos: Papirnyi durante unos dos días a finales de junio y Glushchenko en junio durante uno o dos días, y de nuevo en julio durante tres días. Ambos se quitaron la vida ahorcándose uno o dos días después de su liberación.
Un hombre que había estado detenido con Glushchenko en uno de los garajes de la Policlínica de Ferrocarriles de la Ciudad dijo que él y Glushchenko habían sido torturados mientras estaban detenidos y que Glushchenko tenía lo que sus compañeros de detención pensaban que eran varias costillas rotas cuando Glushchenko salió del garaje. Uno de los amigos de Papirnyi dijo que éste había intentado suicidarse en mayo, después de que las fuerzas rusas confiscaran su remolque. El día que murió, el amigo lo encontró colgado en su patio, con su mejor traje y zapatos, y con una escalera cerca, dijo.
Obligaciones legales
Todas las partes del conflicto armado en Ucrania están obligadas a respetar el derecho internacional humanitario, o las leyes de la guerra, incluidos los Convenios de Ginebra de 1949, el Primer Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra y el derecho internacional consuetudinario. Las fuerzas armadas beligerantes que tienen el control efectivo de una zona están sujetas al derecho internacional de la ocupación.
También se aplica el derecho internacional de los derechos humanos, incluida la prohibición absoluta de la tortura. Tanto Rusia como Ucrania son partes de la Convención contra la Tortura y tienen la obligación de prevenir la tortura y de investigar y castigar a los presuntos autores de la misma.
Las leyes de la guerra prohíben el asesinato intencionado, la violación y otros actos de violencia sexual, la tortura y el trato inhumano de los combatientes capturados y de los civiles detenidos. Cualquiera que ordene o cometa deliberadamente estos actos, o que los ayude o instigue, es responsable de crímenes de guerra. Los mandos de las fuerzas que sabían o tenían motivos para saber de esos crímenes, pero no intentaron detenerlos o castigar a los responsables son penalmente responsables de los crímenes de guerra como cuestión de responsabilidad de mando.
Rusia y Ucrania tienen la obligación, en virtud de los Convenios de Ginebra, de investigar los presuntos crímenes de guerra cometidos por sus fuerzas o en su territorio y de procesar adecuadamente a los responsables. Las víctimas de los abusos y sus familias deben recibir una reparación rápida y adecuada.
Ucrania, pero no Rusia, ha respaldado la Declaración de Escuelas Seguras, un compromiso político para tomar medidas concretas para hacer que los estudiantes, los docentes y las escuelas sean más seguros durante los conflictos armados, incluyendo el acuerdo de abstenerse de utilizar las escuelas con fines militares.