(Kyiv) – Miembros de las fuerzas rusas son responsables de torturas, detenciones ilegítimas y desapariciones forzadas contra civiles en las áreas ocupadas de las regiones de Jersón y Zaporiyia, señaló Human Rights Watch hoy. Soldados rusos también han torturado a prisioneros de guerra allí.
“Las fuerzas rusas han convertido las áreas ocupadas del sur de Ucrania en un abismo de miedo y caos absoluto”, señaló Yulia Gorbunova, investigadora sénior sobre Ucrania de Human Rights Watch. “La tortura, el trato inhumano, la detención arbitraria y el confinamiento ilegal de civiles son algunos de los presuntos crímenes de guerra que hemos documentado, y las autoridades rusas deben actuar para que estos abusos cesen de inmediato y entender que pueden y serán responsabilizadas”.
Human Rights Watch habló con 71 personas de Jersón, Melitópol, Berdiansk, Skadovsk y otras 10 ciudades y poblaciones de las regiones de Jersón y Zaporiyia. Describieron 42 casos en los que las fuerzas de ocupación rusas ocasionaron la desaparición forzada de civiles o los mantuvieron detenidos en forma arbitraria, en algunos casos incomunicados, y además torturaron a muchas de esas personas. Human Rights Watch también documentó torturas contra tres miembros de las Fuerzas de Defensa Territorial que eran prisioneros de guerra. Dos de ellos murieron.
Los abusos parecen tener por objeto obtener información e infundir temor para que las personas acepten la ocupación, ya que Rusia pretende afirmar su soberanía sobre el territorio ocupado, en violación del derecho internacional, indicó Human Rights Watch.
Las personas entrevistadas afirmaron haber sido torturadas o haber presenciado actos de tortura, mediante golpizas prolongadas y, en algunos casos, descargas eléctricas. Describieron lesiones que incluyen fracturas de costillas y de otros huesos y dientes, quemaduras graves, conmociones cerebrales, roturas de vasos sanguíneos del ojo, cortes y contusiones.
Una persona que había organizado protestas y que estuvo anteriormente detenida, quien pidió que no se divulgara su identidad, contó que las fuerzas rusas la golpearon con un bate de béisbol mientras estuvo detenida. Otro manifestante estuvo hospitalizado durante un mes debido a las lesiones sufridas durante las golpizas que recibió mientras estuvo detenido. Un tercero contó que tras haber pasado siete días detenido “apenas podía caminar” y sufrió fracturas de costillas y rotura de rótula.
La esposa de un hombre a quien las fuerzas rusas detuvieron durante cuatro días, luego de allanar una vivienda a principios de julio, afirmó que los captores golpearon a su esposo con una barra metálica, le aplicaron descargas eléctricas, le lesionaron el hombro y le causaron conmoción cerebral.
Al describir el temor generalizado, un periodista en Jersón explicó: “No sabes cuándo vendrán por ti ni cuándo te dejarán ir”.
Varios exdetenidos contaron que permanecieron con los ojos vendados y esposados durante toda la detención y que les dieron muy poca comida y agua y no les prestaron asistencia médica. Personal ruso trasladó por la fuerza a por lo menos un civil detenido al territorio de Crimea, ocupado por Rusia, donde lo obligaron a realizar “trabajos correctivos”.
En varios casos, las fuerzas rusas liberaron a los detenidos solo después de que firmaran una declaración en la cual prometían “cooperar” con las autoridades o de que grabaran un video exhortando a otros a cooperar.
En todos los casos de detención, excepto en uno, las fuerzas rusas no les dijeron a las familias dónde estaban sus seres queridos, y la oficina del mando militar ruso no proporcionó información a las familias que la solicitaron.
El derecho de guerra permite que una parte en un conflicto armado internacional detenga a combatientes como prisioneros de guerra y recluya a civiles en detención no penal únicamente si sus actividades implican una amenaza grave para la seguridad de la autoridad que realiza la detención. La detención arbitraria, el confinamiento ilegal y las desapariciones forzadas se encuentran prohibidos por el derecho internacional humanitario y pueden constituir crímenes de guerra o involucrar varios de estos crímenes. La tortura y el trato inhumano de cualquier detenido están prohibidos en todas las circunstancias por el derecho internacional y, cuando se relacionan con un conflicto armado, constituyen un crimen de guerra y también pueden constituir un crimen de lesa humanidad.
Los civiles están expuestos a un riesgo alto de detención arbitraria y tortura bajo la ocupación, pero no tienen una opción clara para irse a territorios controlados por Ucrania, señaló Human Rights Watch. Por ejemplo, el periodista en Jersón le dijo a Human Rights Watch: “Tengo mi propio canal de Telegram, estoy en su base de datos y tuve que esconderme. Me han advertido que pueden venir por mí en cualquier momento. No me arriesgo a irme porque estoy en su [lista negra]”. Las declaraciones de 13 personas que huyeron refirieron desplazamientos angustiosos que implicaron pasar por numerosos retenes y puntos de detención rusos.
En una entrevista mantenida con Human Rights Watch, Tamila Tasheva, representante permanente del presidente de Ucrania en Crimea, que también monitorea la situación en áreas recientemente ocupadas en el sur de Ucrania, señaló que las autoridades de Ucrania no pueden verificar la cantidad exacta de desapariciones forzadas en la región de Jersón. Indicó que, según las estimaciones de veedores de derechos humanos, al menos 600 personas habían sido víctimas de desaparición forzada allí desde febrero de 2022.
“Los ucranianos en las áreas ocupadas están viviendo un calvario”, aseveró Gorbunova. “Las autoridades rusas deben investigar de inmediato los crímenes de guerra y otros abusos por parte de sus fuerzas en esas áreas, al igual que los organismos de investigación internacionales, con vistas a iniciar procesamientos”.
Las fuerzas rusas invadieron la región de Jersón, sobre el mar Negro y el río Dnipro, el 25 de febrero de 2022, y el 3 de marzo afirmaron haber tomado el control de su capital, Jersón. Formó parte de una invasión y ocupación más extensa de la costa sur de Ucrania, que incluye Melitópol y Berdiansk, ciudades de la región de Zaporiyia, y por último Mariúpol, en la región de Donetsk.
Las fuerzas ucranianas comenzaron a preparar una contraofensiva para recuperar áreas costeras ocupadas, según indicó el Ministro de Defensa en julio. El 21 de junio, un funcionario de la administración de la ocupación rusa declaró que había planes de realizar un “referéndum” en el otoño sobre la “anexión a Rusia” de la región de Jersón.
Desde el comienzo de la ocupación, el Ejército ruso se enfocó en detener o capturar no solo a miembros de las Fuerzas de Defensa Territorial, que deben tratarse como prisioneros de guerra conforme al derecho internacional humanitario, sino también a alcaldes y otros funcionarios públicos locales, policías, participantes de protestas contra la ocupación, periodistas y otras personas que se presume que cuentan con información relativa a seguridad o que se oponen a la ocupación.
Con el tiempo, las fuerzas rusas también comenzaron a detener personas aparentemente al azar, según indican numerosas fuentes. También apuntaron contra voluntarios comunitarios que distribuían comida, medicamentos, pañales y otros insumos básicos, que escasean en Jersón, a personas necesitadas.
Para este informe, Human Rights Watch entrevistó a personas en forma presencial en Kiev, Leópolis, Dnipro y Zaporiyia, y también realizó entrevistas telefónicas.
Tortura de prisioneros de guerra
El 27 de marzo, las fuerzas rusas capturaron, retuvieron y torturaron reiteradamente a tres miembros de las Fuerzas de Defensa Territorial de Jersón; al comandante Vitali Lapchuk; su subcomandante, Denis Mironov; y un voluntario de las Fuerzas de Defensa Territorial, “Oleh”, junto con un civil, “Serhii”, cuyos nombres reales se mantienen bajo reserva por motivos de seguridad. Mironov, de 41 años, murió debido a las lesiones causadas por las golpizas que recibió mientras estuvo detenido. El cuerpo de Lapchuk fue encontrado el 22 de mayo en la bahía en Jersón, con los brazos atados y pesas sujetadas a las piernas. Oleh, que sufrió heridas provocadas por tortura, fue parte de un intercambio de prisioneros con prisioneros de guerra rusos mantenidos por Ucrania el 28 de abril.
Denis Mironov y Oleh
“Oleh”, un voluntario de las Fuerzas de Defensa Territorial, contó que iba a reunirse con Mironov y Lapchuk en la mañana del 27 de marzo, pero que cuando se presentó en el lugar designado no los vio allí. Cuando estaba por irse, dos hombres vestidos de civil se acercaron a él. Lo derribaron de un golpe y lo esposaron, y luego lo llevaron doblando la esquina, donde vio a otros tres hombres más que, según creía, eran agentes del Servicio Federal de Seguridad (Federal Security Service, FSB) ruso. Estaban uniformados, fuertemente armados y usaban pasamontañas. Mironov y Lapchuk estaban de pie contra una pared, esposados.
Los agentes del FSB llevaron a los tres hombres al edificio de la antigua Dirección Nacional de Policía en Jersón, ubicado en calle Liuteranska 4 (anteriormente calle Kirova).
Oleh contó que el primer día lo interrogaron por 12 horas con los ojos vendados, y que los agentes lo golpearon, le aplicaron descargas eléctricas e intentaron asfixiarlo con una bolsa de plástico. “Es imposible decir cuántas veces me torturaron, porque pierdes toda noción del tiempo”, contó. Más tarde, él, Mironov y Serhii terminaron en la misma sala. El agente derribó a Oleh de un golpe. Dijo que su venda se corrió y que pudo ver que los agentes golpeaban a Mironov varias veces en el rostro y le daban puntapiés en la ingle. Le quitaron los pantalones a Mironov y lo golpearon con un bastón de goma. “Su cuerpo se cubrió de contusiones”, dijo.
Después de más interrogatorios, los agentes llevaron a Oleh a una celda en el sótano, donde, aproximadamente 30 minutos después, tres hombres trajeron una puerta desprendida y la arrojaron al suelo. Dos soldados “prácticamente transportaron a Denis [Mironov]… que estaba malherido… Lo bajaron y lo pusieron sobre la puerta. Se quedó recostado y no se movió más”.
Al día siguiente, los hombres fueron llevados a otro edificio del mismo complejo, que había sido un centro de detención temporal, y los colocaron en distintas celdas. Después de aproximadamente cuatro días, Oleh fue trasladado a una celda más grande. Había visto la fecha en el reloj de un agente del FSB, que reconoció como suyo. Llevó un registro del tiempo pegando trozos de goma de mascar masticada en la pared.
El 6 de abril, Oleh fue trasladado a otra celda, junto con Mironov.
“Denis estaba en estado deplorable... Hablaba susurrando, una palabra a la vez... no podía terminar una oración. Gemía, no podía toser, era evidente que tenía el pecho perforado, y las costillas le presionaban los pulmones. No podía acostarse… solo podía estar sentado”.
El personal traía tres latas, de 250 gramos cada una, de raciones del Ejército cada dos días, para las cinco personas que había en la celda. “Siempre sacaban el chocolate y la carne antes, por lo que solo nos daban las latas y algunas galletas secas”, dijo Oleh. “No vi un solo trozo de pan en todo ese tiempo. Todos perdimos mucho peso. Denis solo podía comer salsa de manzana… Lo alimentábamos con una cuchara … Sin atención médica durante 22 días, estaba muriendo lentamente”.
En un momento, los captores de Oleh los obligaron a él y a otros dos detenidos a posar frente a una cámara, con banderas de Ucrania y de la milicia de extrema derecha, Sector Derecho, de fondo, y declarar que “la Fuerza de Defensa Territorial en Jersón ya no existe, pero aún hay patriotas, y todos deben luchar”. “Más tarde supe que publicaron este video en las redes sociales, para ver quiénes indicaban “Me gusta” y publicaban comentarios [con el fin de atrapar más personas]”, dijo.
El 18 de abril, Oleh, Mironov y los demás compañeros de celda fueron trasladados a Sebastopol, en el territorio ocupado de Crimea. Al día siguiente, Mironov fue llevado a un hospital. “Me sentí aliviado … pero era demasiado tarde para él”, señaló Oleh. Oleh fue intercambiado el 28 de abril.
Dijo que le fracturaron siete costillas, que aún no habían sanado cuando habló con Human Rights Watch el 9 de julio. Tenía la mayoría de los dientes rotos y le faltaban al menos seis: “Tengo conmoción cerebral. Continúo sufriendo fuertes dolores de cabeza. Nos golpearon todas las extremidades… La espalda, las caderas, los glúteos, los hombros… estaban azules [por las golpizas]. Todos habíamos recibido golpes en los riñones, por lo que orinábamos de color rosado”.
En una entrevista separada, Ksenia Mironova, la esposa de Denis, contó a Human Rights Watch que el 8 de abril, después de que Mironova dejó Jersón, una conocida la llamó y le dijo que un hombre le había traído el reloj de Denis y le contó que lo tenían en el centro en la calle Liuteranska (anteriormente calle Kirova), que tenía lesiones en el pecho, no podía caminar y tenían que alimentarlo con cuchara. Mironova escribió al centro, el cual respondió que no había allí una persona con esas características. Después de que supo que lo habían trasladado a Sebastopol, intentó infructuosamente obtener información de Crimea acerca de él.
El 24 de mayo, contó Mironova, la policía de Mykolaiv la llamó por teléfono para decirle que Denis había fallecido en el hospital. Oleh identificó el cuerpo, a pedido de Mironova. Contó que tenía “la fecha de fallecimiento escrita con antiséptico verde en la pierna: 23.04”. El certificado de defunción, emitido por las autoridades ucranianas que recibieron el cuerpo y que Human Rights Watch examinó, indica como causa de la muerte “traumatismos contusos en la caja torácica – neumotórax”.
Oleh también señaló que Serhii, que había estado detenido con él, y los otros dos hombres, uno de ellos también civil, fueron golpeados violentamente durante la detención, y que vio a Serhii con contusiones y cortes en la cabeza. Fue liberado el 5 de abril.
Muerte de Vitali Lapchuk
Lapchuk, de 48 años, no fue llevado al sótano con los demás el día en que los detuvieron. La esposa de Lapchuk, Alyona, una empresaria local, contó que el 27 de marzo, alrededor de la 1 p. m., estaba en la casa de su madre en compañía de ella y su hijo mayor, cuando tres vehículos con la letra Z se acercaron a la vivienda.
“Mi esposo me llamó y me dijo: ‘Abre, van a sacar las armas’. Abrí la puerta, y casi me desmayo. Tenía toda la mandíbula negra, fracturada, y los vasos sanguíneos de los ojos rotos. El rostro estaba marcado por golpes de fusil. … Con él había nueve hombres armados. Vitali le dijo a uno de ellos: ‘Me dio su palabra como oficial de que [si entregaba las armas] no tocarán a mi familia’”.
Los hombres armados llevaron a Lapchuk al sótano, donde estaban las armas. Alyona podía escuchar que golpeaban a su esposo. Contó que su madre tomó una Biblia y comenzó a rezar y a sollozar. Dijo que, cuando trajeron a Lapchuk del sótano, pudo ver que le sangraba la mejilla y, basándose en su experiencia anterior como trabajadora de la salud, creía que tenía fractura de pómulo.
Los hombres armados les pusieron bolsas en la cabeza a Lapchuk, Alyona y a su hijo y los llevaron a la estación de policía de la calle Liuteranska (anteriormente calle Kirova), donde los mantuvieron varias horas. “Me preguntaron si era fascista... Les dije que mi abuelo era judío y que yo era ucraniana. Me contestaron: ‘ese país no existe’”.
Al mismo tiempo, Alyona y su hijo podían escuchar que golpeaban e interrogaban a su esposo en la sala contigua. “Les dije que si creían que había hecho algo malo, hay tribunales para eso, pero no pueden pegarle a un hombre hasta matarlo”, dijo. “No podía creer lo que estaba ocurriendo”.
Los soldados rusos subieron a Alyona y a su hijo a un automóvil y dijeron que Vitali “era un terrorista y que respondería ante la ley de la Federación Rusa”. Los soldados dejaron a Alyona y a su hijo bajo un puente; caminaron hasta su casa, a la que llegaron a las 4 a. m.
Alyona empezó a buscar a Lapchuk el 28 de marzo. Tras enterarse de la liberación de Oleh en Crimea, dijo que lo buscó por toda Crimea, y también en Rostov y en Taganrog, a través de amigos y contactos en Rusia.
El 9 de junio, un patólogo le envió un mensaje de texto, en el que le pedía que lo llamara al día siguiente. “Lo supe de inmediato. Lloré toda la noche, luego llamé al fiscal [a cargo del caso de Lapchuk] y le dije [al patólogo]: ‘No sobreviviré a esto, llame usted’”. El fiscal luego se comunicó con Alyona y le dijo que, el 22 de mayo, un hombre joven que estaba pescando cangrejos de río encontró el cuerpo de su esposo flotando, con los brazos atados y una pesa sujetada a las piernas.
“Todo ese tiempo había estado rezando que estuviera vivo”, afirmó.
Manifestantes, periodistas y activista
En los medios de comunicación se informó sobre manifestaciones públicas contra la ocupación en Jersón, Berdiansk y Melitópol, en los meses de marzo, abril y principios de mayo. Las fuerzas rusas reprimieron algunas de las manifestaciones en forma violenta, incluido en Jersón, y usaron municiones reales e hirieron a algunos manifestantes. Dos testigos contaron que las tropas rusas apuntaban a las piernas de las personas; uno dijo que vio a un hombre que recibió un impacto en las piernas. Las fuerzas rusas también salieron a la cacería de voluntarios comunitarios que distribuían asistencia a personas necesitadas.
Human Rights Watch habló con nueve personas que organizaron, participaron o presenciaron protestas o que eran voluntarios comunitarios, y que en todos los casos habían sido detenidos por las fuerzas rusas.
Manifestantes
Jersón
Arkadiy Dovzhenko, un biólogo marino de Jersón, de 29 años de edad, contó que en Jersón hubo protestas numerosas desde el comienzo de la ocupación, a las cuales él se sumó:
Yo era tan solo un ucraniano común y corriente. Pero un día, en una protesta, tomé el micrófono para decir: ‘Fuera rusos’. Así es como escucharon mi voz... y decidieron que era el organizador. Luego comenzaron a venir periodistas rusos y tomamos la decisión de impedir que obtuvieron una imagen positiva para su televisión propagandista.
Dovzhenko describió cómo fue su detención el 21 de abril:
Ese día [comenzaron a] arrojar granadas de gases lacrimógenos. Disparaban a las personas con municiones reales. Apuntaban a las piernas. Vi a varios jóvenes que tuvieron que ser llevados porque recibieron disparos. Había sangre en el pavimento.
Las fuerzas rusas detuvieron a Dovzhenko mientras intentaba escapar del lugar, y lo llevaron, con los ojos vendados y las manos atadas, al sótano de una dependencia policial, y desde allí a otra sala:
Me golpearon con palos, me dieron puñetazos y puntapiés. Duró varias horas... Algo de tres horas después me llevaron nuevamente al sótano. Luego volvieron a llevarme arriba. Me hicieron las mismas preguntas. ¿Quién organizó el acto de protesta? ¿Quiénes organizaron otros actos de protesta? Me preguntaron si conocía a alguien en la ATO [y] me pidieron direcciones [de otros] manifestantes. También me hicieron preguntas sobre mi religión … y me dijeron que los cristianos ortodoxos ucranianos eran terroristas y rebeldes.
ATO es la sigla en ucraniano de “operación antiterrorista”. Se refiere a operaciones del Ejército y las fuerzas de seguridad de Ucrania para recuperar el control de partes de las regiones de Donetsk y Lugansk que habían sido tomadas por grupos armados respaldados por Rusia en 2014.
Las fuerzas rusas retuvieron a Dovzhenko durante siete días, todo el tiempo esposado y con los ojos vendados, y lo interrogaban insistentemente todos los días. “Me daban agua, pero era muy mala … Nos alimentaban con sus raciones de comida. Era casi nada”.
Cuando liberaron a Dovzhenko, contó, apenas podía caminar: “Tenía conmoción cerebral. Varias costillas fracturadas y una rótula rota”.
Dovzhenko se fue de Jersón en mayo, pero fue un trayecto angustioso de tres días en el que tuvo que cruzar numerosos retenes rusos para recorrer 200 kilómetros hasta llegar un lugar seguro en Krivói Rog.
Ciudad en la región de Jersón (el nombre de la ciudad se mantiene bajo reserva por motivos de seguridad)
Un representante municipal de una ciudad en la región de Jersón que participó en protestas señaló que alrededor del 7 de junio, las fuerzas rusas allanaron su domicilio, lo golpearon durante dos horas con un bate de béisbol, y lo retuvieron, con los ojos vendados, durante 36 horas en una celda en un centro de detención que se había improvisado en un campamento de verano de niños. Lo grabaron contra su voluntad diciendo que había aceptado convertirse en informante del FSB. Lo liberaron 24 horas más tarde, y amenazaron con retenerlo indefinidamente si no abandonaba las protestas y el trabajo como voluntario. Después de que volvieran a su casa varias veces más para intimidarlo, huyó del país.
“Anton”, Berdiansk
El 18 de marzo, las fuerzas rusas detuvieron a una persona que organizó protestas, “Anton”, en el territorio ocupado de Berdiansk en una intersección vial, mientras brindaba asistencia a personas en la comunidad. Anton le contó a Human Rights Watch que lo llevaron en un vehículo, con los ojos vendados y esposado, a lo que creía que era una dependencia local de la policía. Las fuerzas rusas le preguntaron si organizaba protestas, y cuando dijo que no, lo golpearon con su zapato, lo derribaron y le dieron puntapiés y puñetazos durante varios minutos. “Les dije que no era organizador de protestas, solo un patriota de mi país, Ucrania. Dijeron que ese país no existe”.
Las fuerzas rusas le quitaron los jeans, le ataron las piernas con cinta y continuaron pegándole. Le administraron descargas eléctricas mediante clips sujetados a los lóbulos de las orejas, al principio durante algunos segundos, y luego hasta 20 segundos, mientras le hacían preguntas sobre las protestas y su trabajo como voluntario. “Todo se oscureció y veía puntos naranjas”, contó. “Sacaron un [arma] automática, me apuntaron con ella en la ingle y me dijeron que me preparara para morir”.
Después de 90 minutos, lo llevaron a una celda, donde, según contó, tosió sangre durante tres horas. En su tercer día de detención, personal de seguridad ruso le vendó los ojos y lo llevó al segundo piso del edificio, donde le hicieron leer frente a una cámara una declaración escrita por ellos, en la que decía que él había organizado protestas e instaba a las personas a no asistir a las protestas y a confiar en las nuevas autoridades.
Le advirtieron que si no hacía la grabación, detendrían a su hijo y a su nieto. “Un hombre sostenía el [texto], otro filmaba y un tercero estaba de pie detrás de cámara apuntándome con su automática. Me lo hicieron leer dos veces, porque no quedaron conformes la primera vez”. Después de tres días de detención, las fuerzas rusas lo liberaron.
Buscó ayuda médica para sus numerosas contusiones, vasos sanguíneos rotos en los ojos y lesiones en las piernas. El 5 de abril se fue a una ciudad controlada por Ucrania, donde fue hospitalizado y le trataron las heridas, principalmente en los tobillos. “El tejido blando estaba aplastado. Tenía aproximadamente 20 centímetros de [inflamación] bajo la piel y [riesgo de] gangrena. Los [médicos] se la quitaron y recibió un injerto de piel. Estuve en cama 22 días sin levantarme [y] me dieron el alta el 18 de mayo”.
Periodistas y voluntarios
Novaya Kakhovka
El 12 de marzo, las fuerzas rusas detuvieron y mantuvieron incomunicado a Oleh Baturin, periodista de la región de Jersón. Baturin contó a Human Rights Watch que el 10 de marzo por la mañana recibió un mensaje enviado, presuntamente, por su amigo, Serhyi Tsyhypa, exveterano del Donbás, en el que le pedía que se reunieran. Cuando Baturin llegó al punto de encuentro en la localidad cercana de Kakhovka y no vio a Tsyhypa, comenzó a alejarse. Varios hombres con vestimenta militar corrieron hacia él: “Me indicaron gritando que me tirara al suelo, me esposaron y me colocaron la capucha de mi chaqueta sobre la cabeza para que no pudiera ver nada. No dijeron quiénes eran ni de qué se me acusaba, ni por qué me estaban secuestrando de esa forma”.
Los militares llevaron a Baturin a un edificio administrativo local, donde lo interrogaron y lo golpearon: “Me dijeron que era el fin [periodístico] para mí y amenazaron con matarme”. Después, lo llevaron a la estación de policía de la ciudad de Jersón, donde lo interrogaron nuevamente. “Durante todo ese tiempo, podía escuchar los gritos de otras personas que estaban en algún lugar cercano y disparos de armas automáticas”. Baturin pasó la noche en la comisaría, en una celda sin calefacción y esposado a un radiador. Al día siguiente lo llevaron a un centro de prisión preventiva en Jersón, donde fue interrogado todos los días hasta que lo liberaron el 20 de marzo.
Todavía se desconoce el paradero de Tsyhypa. Su esposa, Olena, contó que algunos testigos vieron que lo detenían en un puesto de control. Un transeúnte encontró atado fuera de la alcaldía al perro de Tsyhypa, que estaba con él el día que desapareció.
Snihurivka
El 6 de abril las fuerzas rusas detuvieron a Yurii, un pastor bautista, en un puesto de control en Snihurivka, en la región de Mikolaiv, cerca de la frontera administrativa con la región de Jersón, donde había comprado comida, medicamentos y otros productos básicos para la comunidad de Jersón. Tras encontrar en su teléfono varias fotos de equipos militares rusos que Yurii había tomado los primeros días de la invasión, se lo llevaron y lo encerraron en un calabozo de la policía.
Lo retuvieron seis días en una celda pequeña y helada, sin electricidad, con poco alimento y apenas algo de agua. Lo interrogaron sobre su participación en manifestaciones y sobre el papel que había desempeñado como sacerdote al alentar a las personas a manifestarse. Confiscaron su automóvil, donde tenía medicamentos y ayuda humanitaria por valor de USD 2000 y, según dijo, USD 6000 de su propio dinero. Los soldados rusos en el puesto de control le dijeron a Yurii que el FSB tenía su automóvil en Jersón. Fue liberado con la condición de que siguiera entregando ayuda en Jersón y de que pasara a las fuerzas rusas información sobre los puestos de control ucranianos.
Yuri huyó de Jersón al día siguiente con su esposa.
Funcionarios locales y empleados públicos
En áreas ocupadas recientemente, las autoridades rusas arrestaron a una gran cantidad de funcionarios electos, propietarios de negocios, activistas comunitarios y personas influyentes, como por ejemplo, el alcalde de Melitópol, el alcalde de la ciudad de Jersón y titulares de administraciones locales. Tasheva, representante del presidente ucraniano, indicó que, hasta el 28 de junio, entre los 431 casos de detenciones ilegítimas que habían abierto los organismos de aplicación de la ley ucranianos se incluían seis alcaldes de ciudades ubicadas en la región de Jersón, los titulares de tres unidades de administración territorial locales, 17 miembros de consejos regionales y locales, y 43 funcionarios de aplicación de la ley. Dijo que 162 seguían detenidos.
Human Rights Watch documentó casos en los que un ex voluntario municipal, un expolicía y un titular de una administración regional fueron detenidos, o cuyos familiares fueron detenidos de manera ilegítima, presuntamente con la intención de presionarlos. Uno de ellos sigue bajo custodia.
Las fuerzas rusas en Jersón detuvieron a un expolicía de 36 años el 27 de mayo después de allanar su casa y encontrar su uniforme de policía y el rifle de caza de su padre, contó la esposa. El hombre había trabajado en la línea de asistencia telefónica policial.
La familia del hombre iba todos los días a la comandancia militar, pero no les daban información sobre su paradero. “Nos decían que… alguien estaba ‘trabajando en él’”, afirmó la esposa. Finalmente comenzó a acudir al centro de prisión preventiva, donde, al vigesimoctavo día desde la detención de su esposo, un guarda aceptó el paquete de comida que ella le había llevado. El hombre fue liberado el 12 de julio. Su esposa no quiso hacer comentarios sobre su condición física y solo señaló que tenía “marcas de haber sufrido violencia física”. “Ya saben cómo torturan a las personas allí”, explicó.
El 8 de abril las fuerzas rusas detuvieron a Vladyslav (Vlad) Buryak, de 16 años, en un puesto de control ruso en Vasylivka, aproximadamente a 70 kilómetros de Melitópol, mientras el joven intentaba llegar a Zaporiyia, contó su padre, titular de la administración regional de Zaporiyia. El padre había abandonado Melitópol antes temiendo por su seguridad, pero su hijo se había negado a irse debido a que su abuelo estaba enfermo y no podía viajar.
A medida que los soldados controlaban los documentos de los pasajeros, uno de ellos vio que Vlad miraba su teléfono. Le exigieron verlo y encontraron en él varios canales de Telegram proucranianos. Uno de los soldados le ordenó a Vlad que se bajara del automóvil, le apuntó con un arma y preguntó si debía dispararle en ese momento. Los militares interrogaron a Vlad por tres horas y, al descubrir quién era su padre, lo llevaron a un establecimiento policial de detención en Vasylivka, donde lo mantuvieron en una celda de aislamiento. Buryak contó a Human Rights Watch que, mientras se encontraba detenido, obligaron a su hijo a lavar los suelos bañados de sangre del establecimiento, incluidas las celdas vacías, “donde se torturaba a [militares] ucranianos”.
Tras 48 días de detención, los militares rusos trasladaron a Vlad a un hotel de Melitópol, donde estuvo detenido otros 42 días, pero desde donde tenía acceso periódico a un teléfono y pudo comunicarse con su familia. Lo liberaron el 7 de julio.
El 30 de junio fuerzas armadas rusas detuvieron a “Alina”, de 40 años, y a su exsuegra en la casa del exesposo de Alina cerca de Jersón, donde todos se habían estado quedando desde que comenzó la invasión, contó la hermana de Alina.
La hermana cree que las detuvieron porque Alina y su exesposo participaban en la guardia municipal de Jersón, una fuerza policial comunitaria que funcionó por un corto período después de la ocupación rusa para evitar saqueos y destrucción. También comentó que cree que las fuerzas rusas tienen una lista de todos los participantes y que han detenido a muchos de ellos.
Los soldados detuvieron a Alina y a su exsuegra y obligaron a Alina a dejar a su hijo de 6 años con un vecino. Las autoridades liberaron a Alina la noche siguiente, pero su exsuegra continuaba detenida al momento de la entrevista. Alina entrega en el establecimiento ropa limpia y medicamentos para su exsuegra, que tiene diabetes y problemas hepáticos. Dijo que la ropa sucia de su exsuegra tiene manchas de sangre.
Alina le contó a su hermana que cree que están reteniendo a su exsuegra hasta que su hijo, el exesposo de Alina, que logró escapar de Jersón, vuelva a esa ciudad y puedan detenerlo.
Otras desapariciones forzadas y detenciones ilegales de civiles
Human Rights Watch documentó otros 13 casos en los cuales las fuerzas rusas habrían sido responsables de la desaparición forzada de civiles (12 hombres y una mujer) en la región de Jersón. En la mayoría de los casos, esas fuerzas no informaron a los familiares dónde estaban detenidos sus seres queridos ni proporcionaron información cuando los familiares la solicitaron. Varios fueron víctimas de golpizas mientras estuvieron detenidos y a uno se lo trasladó de manera ilegal hasta Crimea para que realizara “trabajo correctivo”. Según los familiares, ninguno participaba en las fuerzas militares.
El hecho de no reconocer que se ha detenido a un civil y de no dar a conocer su paradero cuando se lo tiene bajo custodia con la intención de sustraerlo de la protección de la ley durante un período prolongado constituye desaparición forzada, un delito conforme al derecho internacional que, si se comete como parte de un ataque contra la población civil, puede constituir un crimen de lesa humanidad.
Personas que siguen estando desaparecidas
“Yurii”, 43 años, Jersón
El 26 de mayo las fuerzas rusas detuvieron a un empresario local, “Yurii”, de 43 años, en el estacionamiento del mercado central de Jersón. Su hijastra contó que, el 14 de julio, su madre presentó una apelación ante la administración militar rusa, la cual le indicó que Yurii estaba vivo y que su caso se encontraba “en revisión”, sin informarle dónde estaba detenido.
Relató además que, a fin de junio, un hombre se comunicó con su madre y le contó que había sido compañero de celda de Yurii en un centro de prisión preventiva improvisado en Jersón, y que Yurii había estado varias semanas en régimen de aislamiento antes de que lo pasaran a una celda compartida. Dijo que había planes de transferir a Yurii a Crimea y después a Rostov, en Rusia, supuestamente por cargos de posesión de armas.
Su esposa visita el centro cada cierta cantidad de días con paquetes de alimentos y ropa, que los guardas del establecimiento han aceptado, pero sin confirmarle que Yuri esté allí.
“Bohdan”, 39 años, Ivanivka
Las fuerzas rusas detuvieron a “Bohdan”, de 39 años, gerente de un depósito, el 29 de abril en la localidad de Ivanivka, en la región de Jersón. Todavía se desconoce su paradero. Su familia se comunicó con autoridades ocupantes rusas, pero no recibieron información.
Su esposa dijo que se fue del pueblo con sus hijos a mediados de marzo, después de que los soldados rusos registraron su casa, interrogaron a Bohdan y lo detuvieron por varias horas. Los vecinos de la casa contigua la llamaron a fines de abril para decirle que habían ido soldados rusos a su vivienda, en dos autos, y que se habían llevado a Bohdan con ellos. Bohdan había llamado a su esposa el día antes y le contó que soldados rusos se habían llevado su automóvil con la promesa de devolverlo.
“Dmytro”, 54 años, Ivanivka
El 5 de mayo, fuerzas rusas detuvieron a Dmytro, de 54 años, en Ivanivka, región de Jersón. Su hija afirma que Dmytro llamó el 4 de mayo para decirle que se quedaría con unos vecinos por un tiempo. Otros vecinos le contaron que vieron que Dmytro pasó por su casa el 5 de mayo para alimentar a su ganado, y que en eses momento llegaron soldados, lo esposaron y se lo llevaron. Los vecinos dijeron que soldados rusos tomaron la casa y dijeron no saber nada del paradero de Dmytro y que “mientras nosotros estemos aquí, él no puede venir”.
Según su hija, Dmytro no participó en las Fuerzas de Defensa Territorial ni era veterano de la guerra del Donbás..
“Stepan”, 49 años, Oleshky
Temprano en la mañana del 7 de abril, un grupo de alrededor de 10 militares rusos armados llegaron a la casa de Stepan, de 49 años, instructor de manejo, en la localidad de Oleshky, en la región de Jersón. Su hija, que habló más tarde con su madre, contó que su padre, su madre y su hermana menor estaban en ese momento en la casa. Los hombres registraron la casa y el patio, incluso con detectores de metal, diciendo que buscaban armas. Separaron a los miembros de la familia y los interrogaron en cuartos distintos. Los soldados hacían referencia a uno de los hombres entre ellos con el nombre de guerra “Viento” (en ruso, Ветер).
Se llevaron a Stepan esposado y le indicaron que llevara sus documentos de identidad y medicamentos diciéndole: “Los necesitarás, porque las cosas se pondrán muy desagradables para ti”. Stepan tiene pancreatitis, una inflamación del páncreas, y osteomielitis, una infección de la médula ósea, y está registrado oficialmente como una persona con discapacidad.
El 8 de abril, Stepan llamó a su esposa y a su hija desde donde lo tenían detenido, y les dijo que había tenido un ataque pancreático, pero que le habían dado medicamentos y alimentos y que no lo estaban golpeando. Su hija dice que parecía que su padre hablaba con el altavoz activado. Desde entonces nadie en la familia ha vuelto a saber de él.
Según la hija, un amigo fue, en nombre de la familia, a la administración militar local para preguntar por Stepan, pero no recibió información. La familia también se comunicó con organismos y líneas de asistencia del gobierno ucraniano y con un centro de prisión preventiva en Crimea, pero no tuvo resultados.
Liberaciones
Una mujer llamada Mariia contó que el 25 de junio las fuerzas rusas detuvieron a su esposo, de 30 años, de profesión taxista, y a su hermano, de 19 años, estudiante de la academia naval, y también a otros dos hombres en una tienda en el centro de Jersón que pertenece a la suegra de Mariia. Dijo que las cámaras de seguridad de la tienda mostraron cómo entre 10 y 15 soldados rusos armados entraron a la tienda y obligaron a los hombres a tirarse al suelo, les quitaron sus teléfonos y les cubrieron la cabeza con bolsas antes de llevárselos.
Después de la detención, la suegra de Mariia fue a la administración militar local para preguntar por los hombres. No le dieron información sobre ellos y le dijeron que esperara.
Liberaron al esposo de Mariia después de 7 días, a su hermano después de 13 días y a los otros hombres después de 3 días. Dijo que, al parecer, los mantuvieron en el sótano de un centro de prisión preventiva de Jersón. Los golpearon y no les dieron suficiente comida. Mariia contó que su hermano perdió 10 kilos. Dijo que su hermano había enviado la geolocalización de posiciones rusas a la inteligencia ucraniana, aunque las fuerzas rusas no lo interrogaron sobre eso. Según María, durante los interrogatorios, las fuerzas rusas hicieron preguntas que demostraban que “sabían todo sobre los hombres”. Tras la liberación de los hombres, ella, su esposo, su hermano y su suegra abandonaron Jersón por temor a su seguridad.
“Vasylii”, Jersón
Las fuerzas rusas detuvieron a Vasylii en su casa el 4 de julio y lo retuvieron durante cuatro días. Su esposa señaló que ella estaba en casa con Vasylii, su hijo pequeño y los padres de Vasylii cuando siete soldados rusos ingresaron y ordenaron a los hombres que salieran y a las mujeres que bajaran al primer piso. Los soldados tomaron fotos de los documentos de identidad de los familiares, registraron la casa y detuvieron a Vasylii.
En la noche, su familia fue a la oficina de la administración militar local para preguntar por él, pero no les dieron información. Vasylii fue liberado el 8 de julio. Contó a su esposa que había estado detenido en un centro de prisión preventiva en Jersón. Según la mujer, las fuerzas rusas golpearon a Vasylii, le aplicaron descargas eléctricas, golpearon sus piernas con una vara de metal, le lesionaron el hombro y le causaron una conmoción cerebral. Aún tiene dolores de cabeza y pesadillas. Según su esposa, cuando lo interrogaron, los rusos sabían todo sobre él y su familia.
Después de su liberación, las fuerzas rusas le dijeron a Vasylii que volverían en tres semanas para controlarlo. La familia huyó de Jersón en busca de seguridad. Dice la esposa que no saben por qué lo detuvieron, ya que Vasylii no formaba parte de las Fuerzas de Defensa Territorial ni participó en la guerra del Donbás ni en manifestaciones a favor de Ucrania. También le contó a Human Rights Watch que los soldados rusos fueron al taller de reparación de automóviles de Vasylii a principios de abril y exigieron un pago de 5,000 grivnas (USD 169) para que la tienda siguiera funcionando o que reparara sus automóviles sin cargo. Según la esposa, Vasylii les dio el dinero y se fueron.
“Valentyn”, 48 años, Chaplynka
El 8 de junio, Valentyn, de 48 años, salió de su casa en un pueblo de Chaplynka, en la región de Jersón, aproximadamente a 50 kilómetros de la frontera administrativa con la Crimea bajo ocupación rusa, para ir de compras, y nunca regresó. La hija de Valentyn afirma que su abuela, que tiene cerca de 70 años y a quien él cuidaba, preguntó por él el 9 de junio en la estación de policía local, donde los funcionarios de la ocupación rusa le dijeron que estaba detenido “por drogas”, sin indicarle dónde se encontraba. Le dijeron que ella debería mudarse a una residencia para adultos mayores.
La madre acudió a la comisaría todos los días y, finalmente, le permitieron ver a su hijo. Le contó a la hija que Valentyn estaba “todo golpeado y muy delgado”. En una visita posterior, el personal le dijo que lo habían llevado a Crimea. Las autoridades rusas liberaron a Valentyn casi un mes después de su detención inicial, el 4 de julio.
Su hija dice que Valentyn le contó a su familia que lo golpearon y lo enviaron a Crimea por dos semanas para que realizara “trabajo correctivo”. Las autoridades no le devolvieron sus documentos de identidad ni sus tarjetas bancarias y le prohibieron abandonar la localidad. Su hija dijo que el personal ruso supuestamente detuvo a varios otros pobladores también el 8 de junio, pero que no tenía más información sobre ellos.
Obligaciones jurídicas
Todas las partes del conflicto armado en Ucrania tienen la obligación de cumplir con el derecho internacional humanitario, también conocido como el derecho de guerra, incluidos los Convenios de Ginebra de 1949, el Primer Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra y el derecho internacional consuetudinario. Las fuerzas armadas hostiles que tienen el control efectivo de un área están sujetas al derecho internacional de ocupación plasmado en el Reglamento de La Haya de 1907 y en los Convenios de Ginebra. El derecho internacional de los derechos humanos, incluidos, en especial, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el Convenio Europeo de Derechos Humanos, se aplica en todo momento.
El derecho de guerra prohíbe los ataques a civiles, los traslados forzados de civiles, las ejecuciones sumarias, la tortura, las desapariciones forzadas, el confinamiento ilegal y el trato inhumano de los detenidos. También se prohíben el pillaje y el saqueo de bienes. La parte en el conflicto que ocupa un territorio es, en general, responsable de asegurar que la población bajo su control reciba alimentos, agua y atención médica, y de facilitar la tarea de los organismos de socorro.
El Tercer Convenio de Ginebra rige el tratamiento de los prisioneros de guerra y resulta aplicable desde el momento de la captura. Esto incluye las obligaciones de darles un trato humano en todo momento. Es un crimen de guerra matar, maltratar o torturar de manera deliberada a prisioneros de guerra, o causar, intencionalmente, sufrimiento intenso o lesiones graves en el cuerpo o en la salud. No puede infligirse ninguna clase de tortura ni otra forma de coerción sobre prisioneros de guerra para obtener, por parte de ellos, ningún tipo de información.
Quienes ordenen o cometan violaciones graves del derecho de guerra con deliberación o faciliten las violaciones cometen crímenes de guerra. Los comandantes de fuerzas que conocían o deberían haber conocido sobre tales crímenes pero no intentaron impedirlos o castigar a los responsables son penalmente responsables por crímenes de guerra en razón de su responsabilidad de mando.
Rusia y Ucrania tienen, en el marco de los Convenios de Ginebra, la obligación de investigar presuntos crímenes de guerra cometidos por sus fuerzas o en su territorio y de juzgar adecuadamente a los responsables. Las víctimas de abusos y sus familias deberían contar con vías de reparación oportunas y adecuadas.