Sin previo aviso, la policía se presentó en casa de Joanna, en Cracovia (Polonia), junto con un paramédico, después de que ella se hubiera puesto en contacto con su médico.
Dos policías registraron su apartamento y le pidieron el teléfono. "Podría ser la prueba de un delito", le dijeron. No le dijeron qué delito.
La policía la acompañó al hospital en ambulancia. Y no, le dijo la policía, no podía llamar a nadie para decirles adónde iba.
Llevaron a Joanna (32) a un hospital, donde otros policías la rodearon en una zona de reconocimiento. Más tarde, en un segundo hospital, otros policías le ordenaron que se desnudara, se pusiera en cuclillas y tosiera, sin darle ninguna razón.
Describe que se sintió como un animal atrapado. "Sentí que no era más un ser humano".
"¿Qué quieren de mí?", gritó.
Lo que querían eran pruebas relacionadas con su aborto farmacológico autoadministrado en abril. No importaba que hubiera obtenido las píldoras legalmente. En la Polonia de hoy, las autoridades te persiguen, te acosan y tratan de humillarte como sea.
En resumen, se trata de una caza de brujas.
Para que quede claro, la legislación polaca no penaliza el aborto en sí, sino el hecho de abortar o ayudar a alguien a abortar (fuera de situaciones muy restringidas). El gobierno, bien conocido por sus abusos del Estado de derecho en general, está aquí buscando cualquier cosa que pueda ayudar a procesar a familiares, amigos y profesionales de la salud.
Y los extremos a los que llegan las autoridades en esta caza de brujas sugieren un celo inquietante. En otro caso, la búsqueda de pruebas por parte de la policía incluyó el registro de la fosa séptica de la casa de una mujer de 41 años que había sufrido un aborto espontáneo.
El clima de miedo es escalofriante. Joanna fue detenida después de que su psiquiatra la denunciara a la policía.
En la Polonia actual, cualquiera puede verse envuelto en el abuso de poder del gobierno.