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Turquía: El reciclaje de plásticos es pernicioso para la salud y el medioambiente

La laxitud en el control y la aplicación de normas crean graves riesgos para los derechos

(Estambul) – El reciclaje de plásticos en Turquía está perjudicando la salud de muchas personas y degradando el medioambiente para toda la población, señaló Human Rights Watch en un informe presentado hoy.

El informe de 88 páginas “'It’s as If They’re Poisoning Us’: The Health Impacts of Plastic Recycling in Turkey' (“Es como si nos envenenaran”: Los impactos en la salud del reciclaje de plásticos en Turquía) documenta las consecuencias que la respuesta ineficaz del gobierno turco ante los efectos sanitarios y ambientales del reciclaje de plásticos ha tenido en el derecho a la salud. Los contaminantes atmosféricos y las toxinas emitidas por el reciclaje afectan a los trabajadores, incluidos niños y niñas, y a las personas que viven cerca de instalaciones de reciclaje.

El gobierno no vela por el cumplimiento de las leyes y los reglamentos que exigen la concesión de licencias conforme a criterios estrictos y la realización de inspecciones periódicas y exhaustivas de las plantas de reciclaje y de la salud laboral, lo que agrava en gran medida el impacto de las instalaciones sobre la salud y el medioambiente. Los residuos plásticos que se importan de la Unión Europea contribuyen sustancialmente a estos abusos.

“Turquía cuenta con normas para proteger a las personas y el medioambiente, pero la falta de aplicación de esas normas está aumentando el riesgo de que las personas sufran problemas de salud graves y crónicos”, señaló Krista Shennum, becaria Gruber en la división de Medioambiente y Derechos Humanos de Human Rights Watch. “El Gobierno de Turquía debe tomar medidas más significativas para cumplir con sus obligaciones de proteger a las personas de los efectos del reciclaje de plásticos tóxicos”.

Human Rights Watch entrevistó a 64 personas, entre ellas 26 que actualmente trabajan o han trabajado en instalaciones de reciclaje de plástico en Estambul y Adana y 21 que viven cerca de instalaciones de reciclaje de plástico. Cinco de los trabajadores eran niños en el momento de la entrevista, y cuatro de los adultos entrevistados habían empezado a trabajar en una instalación de reciclaje de plástico siendo niños.

Los trabajadores y los residentes de las comunidades vecinas describieron problemas respiratorios, fuertes dolores de cabeza, afecciones de la piel, falta de equipos de protección y poco o ningún acceso a tratamiento médico para las enfermedades laborales. Muchas de las instalaciones que visitó Human Rights Watch estaban situadas peligrosamente cerca de viviendas, lo que contraviene las leyes y normativas ambientales turcas.

Para ser reciclados, los residuos plásticos se trituran, se lavan, se funden a altas temperaturas y se convierten en pellets. Este proceso emite contaminantes atmosféricos y toxinas que, sin las protecciones adecuadas, pueden contribuir a problemas de salud a corto plazo, como asma, dificultades respiratorias e irritación de los ojos. Los científicos también han relacionado la exposición a estas toxinas con un mayor riesgo de cáncer, impactos neurológicos y daños en el sistema reproductivo. A su vez, los plásticos se fabrican con combustibles fósiles y aditivos tóxicos y también liberan cantidades significativas de emisiones de gases de efecto invernadero, que contribuyen a la crisis climática.

Desde que el gobierno chino prohibió las importaciones de residuos plásticos en 2018, muchos países del Norte Global han competido por encontrar nuevos destinos para sus residuos plásticos. Debido a su proximidad geográfica, las sólidas relaciones comerciales que mantiene con la UE y su condición de miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Turquía se ha convertido en el principal destino de los residuos plásticos de la UE y recibió casi la mitad de las exportaciones de residuos plásticos de la unión en 2020 y 2021.

Muchos de los trabajadores de las instalaciones de reciclaje proceden de las poblaciones más vulnerables de Turquía y entre ellos hay niños y niñas, personas refugiadas y migrantes indocumentados. Algunos trabajadores, incluidos migrantes indocumentados, afirmaron que no tienen acceso a servicios médicos si se enferman o se lesionan en el lugar de trabajo. El temor a perder sus empleos hacía que los trabajadores se mostraran reacios a plantear a sus empleadores su preocupación por las condiciones de trabajo nocivas, que incluían trabajar sin acceso a equipos de protección personal.

Human Rights Watch descubrió que hay niños y niñas que trabajan en plantas de reciclaje de plásticos en Turquía a pesar de que la legislación turca les prohíbe trabajar en condiciones tan peligrosas y de que la exposición a la contaminación y las toxinas es especialmente perjudicial para su salud.

“Hay un caldero inmenso en el que funden el material y al cual añaden continuamente agua, que vuelve a salir en forma de vapor”, contó un reciclador de 20 años en Adana que había trabajado en un centro de reciclaje de plásticos cuando era niño. “Cuando inhalaba eso, sentía como si mis pulmones estuvieran comprimidos y bajo presión... Dejé de trabajar allí hace dos meses, pero todavía tengo dificultad al respirar”.

Residentes de las comunidades vecinas indicaron que los olores intensos y la contaminación que genera el reciclaje de plásticos les impiden dormir, abrir las ventanas y estar al aire libre.

“Mi hermana de 27 años murió de cáncer de colon; esto fue hace 10 años”, contó un hombre de 35 años cuya familia vivió décadas cerca de las instalaciones de reciclaje. Cree que vivir cerca de plantas de reciclaje es un factor que ha contribuido a la muerte de cuatro familiares. “Mi hermano murió a los 34 años de cáncer de pulmón, hace cuatro años. Pienso que fue consecuencia de las plantas de reciclaje”.

Human Rights Watch concluyó que los trabajadores y las personas que residen en las proximidades no reciben información básica sobre los niveles de toxinas en su entorno, los riesgos que implican esas exposiciones tóxicas o las formas de minimizar esos riesgos, a pesar de que la ley exige a las autoridades turcas y a los empleadores que supervisen las condiciones y que difundan esta información.

Aunque es obligatorio que las instalaciones de reciclaje de plásticos obtengan licencias y permisos de las autoridades pertinentes, no está claro cuántas exactamente cumplen este requisito y cuántas operan sin licencia. Las licencias exigen el cumplimiento de normas ambientales y sobre salud laboral que limiten los riesgos para la salud. En el caso de las instalaciones que cuentan con la licencia correspondiente, las inspecciones ambientales, de salud laboral y de trabajo a menudo no examinan adecuadamente las condiciones ambientales y sanitarias.

Human Rights Watch escribió a ministerios y municipios clave de Turquía para transmitirles los primeros hallazgos de la investigación y solicitar información sobre establecimientos de reciclaje de plástico, datos sobre calidad del aire, informes de inspecciones, índices de enfermedades relacionadas con la exposición a sustancias tóxicas, datos sobre importación de residuos plásticos y trabajo infantil. En algunos casos, Human Rights Watch no recibió una respuesta. En otros casos, las respuestas recibidas fueron incompletas o no abordaron las preguntas planteadas. Por ejemplo, el Ministerio de Ambiente, Urbanización y Cambio Climático señaló que había realizado miles de inspecciones de establecimientos de reciclaje y eliminación de residuos desde el año 2018 y que había impuesto multas a algunas plantas y cerrado otras que no contaban con habilitación. Sin embargo, el Ministerio no brindó datos específicos sobre instalaciones de reciclaje de plástico, y los hallazgos de Human Rights Watch sugieren que se precisan medidas más enérgicas para abordar violaciones graves del derecho a la salud.

El Ministerio de Medio Ambiente, Urbanización y Cambio Climático de Turquía debería realizar inspecciones independientes y exhaustivas de las plantas de reciclaje para verificar que se cumpla la normativa ambiental y asegurar que se difunda información fácilmente accesible sobre los riesgos de la contaminación del aire y la exposición a las toxinas, señaló Human Rights Watch. El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social debe exigir que se cumpla la prohibición que rige en Turquía con respecto al trabajo infantil en lugares peligrosos, y esto incluye a los establecimientos de reciclaje de plástico.

Los países que exportan residuos plásticos, incluidos los de la UE, deberían adoptar medidas para gestionar con mayor eficacia sus residuos plásticos dentro de su territorio, en lugar de enviar sus residuos a países donde el control gubernamental de las normas ambientales y laborales es débil o insuficiente. El gobierno turco debería restablecer la prohibición de importar residuos de plástico con fines de reciclaje, que impuso en julio de 2021, pero que canceló poco después.

“Los países más ricos de Europa están enviando su basura a Turquía, y exponen así a algunas de las comunidades más vulnerables de ese país, incluidos niños y niñas, personas refugiadas y migrantes, a graves riesgos ambientales y para la salud”, dijo Shennum. “La UE y cada uno de los países exportadores de plástico deberían responsabilizarse de sus propios residuos plásticos, poner fin a la exportación de plástico a Turquía y reducir la cantidad de plástico que producen y consumen”.

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