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Periodista lleva realidades del conflicto a la sala de hogares colombianos

Hollman Morris defiende a las víctimas exponiéndose a un grave riesgo personal

Hace dos veranos, en un día soleado, la niñera que trabajaba para Hollman Morris salió por la puerta principal del hogar de éste en Bogotá y encontró una corona fúnebre sobre los peldaños. No fue difícil descifrar el mensaje: la próxima entrega para Morris, un renombrado periodista que expone las atrocidades cometidas por el ejército, la guerrilla y los paramilitares, sería un ataúd.

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Hace dos veranos, en un día soleado, la niñera que trabajaba para Hollman Morris salió por la puerta principal del hogar de éste en Bogotá y encontró una corona fúnebre sobre los peldaños. No fue difícil descifrar el mensaje: la próxima entrega para Morris, un renombrado periodista que expone las atrocidades cometidas por el ejército, la guerrilla y los paramilitares, sería un ataúd.


©  2005 Morris Productions and Communication
© 2005 Morris Producciones y Comunicaciones

El conflicto armado interno en Colombia, que ha durado décadas y sido alimentado por el narcotráfico, ha expuesto a la sociedad colombiana a una violencia incesante y mortal que incluye masacres, secuestros y ejecuciones sumarias. La violencia es agravada por una generalizada impunidad de los abusos y por los constantes desafíos al imperio de la ley.

Como conductor de un programa periodístico, productor de video-documentales y escritor, Hollman Morris ha logrado proteger a víctimas de violaciones a los derechos humanos en Colombia. En 2000, Morris se vio obligado a abandonar el país por amenazas de muerte contra él y su familia. Regresó el año siguiente para continuar informando acerca del conflicto armado interno. Su reconocido programa de televisión, Contravía, es el único que investiga a fondo las causas y consecuencias de estos abusos, exponiendo hechos que generan gran controversia en Colombia.

Morris lleva las cámaras de Contravía a los lugares más remotos del campo de Colombia; su programa se aparta de los estereotipos de la victimización, optando más bien por captar, en su plena dimensión, el alcance de la respuesta colombiana al terror y la violencia. Su periodismo ha mostrado el trabajo cotidiano e invisible de activistas colombianos que reconstruyen las comunidades, esas personas que como él dice están “motivadas por la esperanza, luchando por la vida y por la memoria”.

“He ejercido un periodismo muy cerca de los seres humanos, del otro, de los humildes, de las víctimas de la guerra de este país”, dijo Morris. “Son personas o son líderes que a pesar de las amenazas, a pesar de todos los riesgos, se quedan allí, en las regiones, tratando de construir una propuesta de paz, tratando de hacer que este país sea más democrático, tratando de llevar una escuela, una carretera, de construir una junta de acción comunal. Saben que los van a matar y a pesar siguen allí en las regiones”.

En las grandes ciudades, Colombia aparenta afluencia y seguridad. El turismo va en aumento y están prosperando los cafés y restaurantes al aire libre, como también las artes. Sin embargo, el país, que recibe una ayuda militar sustancial de los Estados Unidos, todavía padece problemas profundamente arraigados en materia de derechos humanos. En el año 2006 fueron reportados 72 asesinatos de sindicalistas, una cifra que, si bien es más baja que en años anteriores, inclusive el embajador de Colombia ante los Estados Unidos reconoció como “la más elevada del mundo”.

Grupos paramilitares que operan narcotráfico, en teoría desarticulados por el gobierno, continúan funcionando como organizaciones de la mafia, involucrándose en extorsión y asesinatos mientras mantienen estrechos vínculos con personajes políticos de alto nivel. Con frecuencia, a través de amenazas, se obliga a los defensores de los derechos humanos y a los periodistas a guardar silencio. En las áreas rurales, los campesinos viven diariamente con el riesgo de pisar una mina antipersonal colocada por la guerrilla, de que sus hijos sean reclutados como combatientes en las filas de alguno de los grupos armados, o de que todas sus familias sean desplazadas por la fuerza de sus tierras. Son las rupturas violentas en las vidas de tantos colombianos lo que Morris explora en su periodismo.

Hace dos años, por ejemplo, Morris fue el primer periodista en entrevistar en el terreno a testigos de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, tras la horrenda masacre de dos familias locales, quizá perpetrada por el ejército.

Morris también ha arrojado una luz dolorosamente brillante sobre los asuntos que enfrentan los indígenas de Colombia, quienes se encuentran entre los más pobres y más vulnerables a abusos en el país. Sus transmisiones desde ciudades y pueblos remotos no sólo han generado una respuesta popular al desplazamiento de los indígenas, sino también han dado a los indígenas que tuvieron que abandonar sus comunidades el coraje para movilizarse a fin de lograr un mayor reconocimiento y más derechos.

Contravía, el programa de televisión de Morris, “se propuso, desde el comienzo, para fortalecer una cultura de la democracia, una cultura por el respeto al debate, a las ideas y, sobre todo, se propuso recorrer este país llegando a los lugares más lejanos donde se está viviendo la guerra en Colombia y darles la voz a las víctimas”.

Morris también ha inyectado un componente de derechos humanos a las discusiones sobre algunos de los problemas más espinosos de Colombia, como los recientes escándalos por la infiltración paramilitar en el sistema político o los fracasos del controversial proceso gubernamental de desmovilización de los grupos paramilitares. A través de difíciles entrevistas a funcionarios de alto nivel, de un análisis cuidadoso de los temas en cuestión con académicos y activistas, además de investigación independiente, Morris ha elevado consistentemente los estándares del debate público, a la vez de realizar un gran esfuerzo por educar a la sociedad colombiana sobre lo que está ocurriendo en su propio país.

“Se vivió un proceso de cooptación por parte del proyecto paramilitar de buena parte del Estado colombiano”, dijo Morris. “Entonces, hoy la pregunta que se hace Colombia es: ¿Hasta dónde llegaron estos vínculos? ¿Hasta dónde está infiltrado el proyecto paramilitar en Colombia? ¿Hasta dónde podemos hablar hoy día de una democracia real en Colombia con esto que está sucediendo?”

Morris ha vivido prácticamente toda su carrera llamando la atención hacia las violaciones a los derechos humanos y denunciándolas desde una variedad de escenarios: a través de la radio y la televisión locales y nacionales, como fundador y editor de la sección de Paz y Derechos Humanos del diario El Espectador, en calidad de productor de video-documentales y como escritor independiente. Su trabajo, que ha sido reconocido en el extranjero y en su propio país, le hizo acreedor, en el año 2006, del Premio Internacional a la Libertad de Prensa, otorgado por la organización Periodistas Canadienses para la Libertad de Expresión. Este año, Morris recibirá el Premio Nuevo Periodismo Iberoamericano de manos de Gabriel García Márquez, novelista ganador del Premio Nobel.

Sin embargo, esta mayor visibilidad también ha representado para Morris un gran riesgo personal. Su teléfono es intervenido rutinariamente. Grupos oscuros han tratado de vincular a Morris con guerrillas de izquierda, acusación que él afirma fue diseñada para desacreditarlo y ponerlo en peligro. El presidente Álvaro Uribe, quien con frecuencia emite declaraciones que estigmatizan a periodistas y defensores de los derechos humanos, hizo acusaciones similares falsas contra Morris de las que más tarde tuvo que retractarse.

“Colombia tiene ahora grandes problemas y uno de los grandes problemas es la guerrilla que no respeta el derecho internacional humanitario, que recurre a la práctica del secuestro que es un acto de lesa humanidad y que toma posiciones radicales”, explicó Morris, quien regularmente ha dado cobertura a los abusos perpetrados por la guerrilla. “No estamos diciendo que no sea el problema más serio, sino estamos pidiendo que la lectura de la realidad colombiana se tiene que hacer con la verdad y sin manipulaciones. Hay otro fenómeno en este país que es el paramilitarismo que sigue vigente”.

Morris señala que si bien el gobierno colombiano ha combatido justificadamente a los grupos guerrilleros, no ha confrontado a los paramilitares, que son tan abusivos como la guerrilla.

“Ya en los últimos años, desde nuestro programa de televisión Contravía pretendimos denunciarlo más a fondo”, dijo Morris. “Esto es peligroso y por eso he sido amenazado. Acabo de cumplir 39 años y desde mis 30 años siempre se han producido amenazas”.

No obstante, Morris continuará haciendo lo que hace porque, tal como dice: “Estoy convencido de que hay que construir esto, de que esta democracia hay que fortalecerla, hay que hacer un país más incluyente y eso necesita del aporte de todos y del sacrificio de todos”.

Empresa de producción de Hollman Morris

Comité para la Protección de los Periodistas

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