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An Iranian woman walks along a street-side in Tehran without wearing her headscarf.

Entrevista: Caminar por Irán sin llevar el hiyab

“También creo en la belleza y la importancia de nuestros paseos”

Una anciana iraní camina por una calle de Teherán sin llevar el hiyab en la cabeza, 2 de octubre de 2022. © 2022 Morteza Nikoubazl/NurPhoto vía AP Photo

Esta es la historia de una mujer iraní que dejó de llevar el hiyab en público como acto de protesta. A pesar de las leyes iraníes que la obligan a llevar velo y del miedo a ser detenida, Pendar (pseudónimo para proteger su identidad), de 51 años, y otras dos mujeres han paseado todos los miércoles y sábados durante horas por las abarrotadas calles de Teherán. A medida que aumentaba su confianza, estas mujeres dejaron de llevar el hiyab por completo. Su silencioso acto de resistencia comenzó hace seis meses, tras la muerte de la mujer kurdo-iraní Mahsa (Jina) Amini mientras estaba bajo custodia de la denominada “policía de la moral”. Su muerte desencadenó protestas masivas en todo el país, en las que se exigía el fin de la represión iraní. Las fuerzas de seguridad reprimieron con violencia, matando a cientos de personas y deteniendo a miles.

Aunque las protestas de hoy son menores, personas como Pendar aún consiguen comunicar lo que piensan. Mientras las autoridades intentan penalizar a quienes se niegan a llevar velo, un número significativo de mujeres, sobre todo universitarias y adolescentes, han dejado de llevarlo en las principales ciudades iraníes. En honor al Día Internacional de la Mujer y a las mujeres de Irán, Pendar ha contado a Human Rights Watch su historia: por qué lo hace y cómo reacciona la gente –desde niños y niñas que van a la escuela hasta la policía— cuando la ven. Esta es la historia del esfuerzo diario de una persona para defender sus derechos y contribuir a un cambio más amplio por el que está luchando un pueblo a pesar de la represión del gobierno.

En palabras de la propia Pendar: “En septiembre, nos uníamos a las protestas cada vez que los grupos locales de Teherán convocaban una manifestación. En una de esas protestas, fuimos a la plaza Tajrish [en el norte de Teherán] y fue terrible: las fuerzas de seguridad dispararon a todo el mundo y detuvieron a la gente de forma muy violenta. Ese día nos dimos cuenta de la importancia del hiyab para la República Islámica. Era algo más que ponerse un pañuelo, nos dimos cuenta de que el velo es la identidad de la República Islámica, por así decirlo. Y decidimos juntas que dejaríamos de llevarlo.

Acordamos dar largos paseos sin hiyab por las concurridas calles principales, donde solían producirse las protestas. Los sábados y los miércoles eran, y siguen siendo, los días en que la gente se manifiesta en Teherán. Por eso elegimos esos dos días para nuestro plan, para poder unirnos a la protesta si la había.  Al principio nos daba mucho miedo y nos resultaba difícil, pero decidimos hacerlo de todos modos y aceptamos todas sus consecuencias. A veces pasábamos a lado de las fuerzas especiales y teníamos mucho miedo, pero seguíamos adelante. Al principio la policía nos gritaba y nos decía que nos pusiéramos el velo, pero poco a poco se acostumbraron y ahora ni siquiera nos dicen nada.

Poco a poco, nos fuimos quitando los velos. Al principio, nos los atábamos al cuello o a los hombros, pero en invierno ya nos los habíamos quitado del todo. A veces, cuando hacía frío, llevábamos gorros, pero entonces nos dijimos que en otros países mucha gente no lleva gorros cuando hace frío, así que también dejamos de ponernos gorros en invierno.

La sociedad lo ha ido aceptando poco a poco; ahora veo a muchas mujeres que salen a la calle sin el hiyab.

Muchos de mis amigos me dicen que lo que hacemos es solo un paseo, que no es efectivo ni importante, que si queremos cambiar algo tenemos que ir a las manifestaciones. No comparo esta acción con la de la gente que está en primera línea de las protestas, aunque yo también he formado parte de ese grupo. Veo el valor de manifestarse, pero también creo en la belleza y la importancia de nuestros paseos. Hay perseverancia y resistencia en este acto. Hemos cancelado y cambiado todos nuestros planes durante los últimos seis meses, hemos dejado de trabajar los sábados y los miércoles [son trabajadoras autónomas], y lo hemos convertido en nuestra prioridad. Hemos caminado más de cuatro horas cada vez sin hiyab y sin gritar consignas. Esta continuidad es resistencia y es importante.

Ahora ya se ve mucha gente sin el hiyab. Sobre todo, en los barrios cercanos a las universidades. Las jóvenes y las estudiantes muestran sus cabellos de todos los colores y cortes y visten con estilo, obviamente en oposición a las normas de la República Islámica. Así luchan con decisión y belleza. También hay otro grupo de mujeres de mi edad que se están quitando el velo.

Cuando empezamos nuestras caminatas, mucha gente nos miraba sorprendida o recibíamos muchos cumplidos. Niños y niñas de camino a la escuela pasaban en su autobús aplaudiendo y saludándonos con la mano. Ahora ya menos. Todavía hay gente que nos mira con desaprobación. Mi lugar de trabajo está en un barrio relativamente religioso, y todavía hay algunas personas, sobre todo mujeres religiosas con chador, que me miran mal y con indignación cuando me ven ir así al trabajo, pero a mí me da igual.

Una vez incluso tuve que ir a una mezquita, y todo el mundo me dijo que me pusiera el velo o no me dejarían entrar, o que si iba sin cubrirme bien sería una falta de respeto. Aunque la mezquita era de gente muy religiosa, fui sin hiyab. Todos me miraron sorprendidos, pero nadie me detuvo.

El cambio en la sociedad es muy visible, sobre todo en las mujeres. En parte esto es así porque para ellas es beneficioso, tras 40 años de represión, que por fin pueda haber un cambio y esperanza. Veo a padres de mi edad intentando que sus hijos piensen y actúen con más libertad, y a padres con más conciencia. El hecho de que lo intenten ya es valioso de por sí. Esta sociedad no es la misma que hace dos años. Ahora, cuando la gente viene a mi lugar de trabajo, ve que nadie lleva hiyab. Algunos se sorprenden y se sienten más cómodos con nosotras, y otras incluso dejan de llevar hiyab. Cuando veo que tengo este efecto, por pequeño que sea, me siento feliz y satisfecha. El hecho de que una persona pueda tener un impacto, aunque sea pequeño, es muy valioso para mí”.

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