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El mundo tolera que Arabía Saudita se salga con la suya

Boletín informativo, 2 de octubre de 2023

Velas encendidas por activistas que protestan por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi ante el consulado de Arabia Saudita en Estambul. © 2018 Lefteris Pitarakis/AP Photo

Hoy hace cinco años, Jamal Khashoggi, destacado periodista saudí y columnista del Washington Post, entró en el consulado saudí en Estambul con el fin de obtener documentos para su próximo matrimonio.

Dentro del consulado, agentes saudíes asesinaron a Khashoggi y después descuartizaron su cuerpo.

Difícilmente fue una operación no autorizada o un paso en falso de agentes " malos". En 2019, una investigación de la ONU puso de relieve que detrás del asesinato había "una importante coordinación, recursos y finanzas gubernamentales". En 2021, la inteligencia estadounidense concluyó que el príncipe heredero Mohammed bin Salman había aprobado la operación. Sin embargo, ningún funcionario saudí de alto nivel ha rendido cuentas.

Si este fuera el único atropello perpetrado por Arabia Saudí, resultaría ya bastante atroz, pero es uno de los innumerables que se cometen dentro y fuera del país.

En el país, la represión es endémica, y las autoridades detienen con frecuencia a disidentes pacíficos, intelectuales públicos y activistas de derechos humanos y les imponen penas de prisión de varias décadas, incluso por cosas como publicar en las redes sociales. Recientemente se condenó a muerte a un profesor jubilado por unos tuits. La tortura durante la detención es generalizada.

La discriminación contra la mujer -en el matrimonio, el divorcio, la custodia de los hijos, etc.- está codificada en el sistema jurídico. La ley incluye disposiciones que facilitan la violencia doméstica y los abusos sexuales en el matrimonio.

En el plano internacional, Arabia Saudí comete atrocidades masivas horribles, entre ellas crímenes de guerra en el conflicto de Yemen, como un ataque en octubre de 2016 en una ceremonia funeraria en el que murieron al menos 100 personas.

Y no olvidemos los asesinatos masivos en la frontera entre Yemen y Arabia Saudita. Las fuerzas de seguridad saudíes han matado al menos a cientos de migrantes y solicitantes de asilo etíopes en ataques generalizados y sistemáticos. A algunos los mataron utilizando armas explosivas, a otros simplemente disparándoles a quemarropa. Entre las víctimas hay muchas mujeres y niños.

La lista de abusos cometidos por las autoridades saudíes es interminable, como lo es la falta de voluntad de Estados Unidos y otros aliados occidentales para alzar la voz contra ellos. En palabras de mi colega especializado en la materia, Joey Shea, "prácticamente han avalado la represión de Arabia Saudí dentro y fuera del país".

El ejemplo de Estados Unidos es especialmente revelador. Durante la última campaña electoral presidencial, Joe Biden prometió convertir a Arabia Saudita. Pero, como presidente, Biden no ha pedido responsabilidades por los abusos, ni siquiera por el asesinato de Khashoggi, que la propia inteligencia estadounidense atribuyó al príncipe heredero.

El silencio de sus aliados envalentona al gobierno saudí, permitiéndole actuar con una impunidad desenfrenada mientras los abusos son cada vez más terribles.

Hoy se cumplen cinco años del brutal asesinato de Jamal Khashoggi a manos de agentes saudíes. Su asesinato se ha convertido en un símbolo de un Estado saudí que abusa de forma desenfrenada dentro y fuera del país.

También se ha convertido en un símbolo de cómo otros gobiernos siguen haciéndose de la vista gorda y de cómo el mundo simplemente permite que los gobernantes saudíes se salgan con la suya en sus asesinatos.

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