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Secuelas de un ataque de militantes armados en Majachkalá, Daguestán, en el sur de Rusia, el 23 de junio de 2024. © 2024 Aleksandr Chernykh/Kommersant/Sipa via AP Photo

Los atentados perpetrados el domingo por militantes armados en Daguestán causaron la muerte de al menos 19 personas y dejaron a muchos preguntándose por qué y qué pasará después.

Los atacantes, al parecer partidarios del Estado Islámico (ISIS), asaltaron las dos ciudades más grandes de esta región del Cáucaso Septentrional ruso. En Derbent, degollaron a un sacerdote ortodoxo ruso de 66 años e incendiaron una iglesia. También incendiaron una sinagoga. En Majachkalá, capital de Daguestán, atacaron una iglesia y un puesto de control policial cercano a una sinagoga. 

Cuando el humo se disipó, al menos 15 miembros de las fuerzas del orden y cuatro residentes locales yacían muertos, docenas estaban heridos, y al menos dos preguntas surgieron inmediatamente en la mente de la gente.

En primer lugar, ¿cómo ha podido volver a ocurrir? ¿Cómo es posible que las autoridades se hayan visto sorprendidas y no hayan podido impedir este ataque coordinado, a pesar de otros incidentes recientes de violencia masiva?

En noviembre se produjeron atentados antisemitas en Daguestán y otras regiones del Cáucaso Norte. Entre ellos, la toma del aeropuerto de Makhachkala por una turba que buscaba pasajeros israelíes en un vuelo procedente de Tel Aviv; un ataque a un hotel tras los falsos rumores de que alojaba a "refugiados israelíes"; y un incendio provocado en un centro comunitario judío en construcción.

En marzo se produjo el terrible atentado contra una sala de conciertos en las afueras de Moscú, reivindicado por el ISIS, en el que murieron al menos 140 personas.

Siguen produciéndose atentados y sigue muriendo gente. El aparato de seguridad de Rusia parece, como mínimo, haber perdido de vista la pelota. Muchos expertos sugieren que la continua incapacidad para hacer frente a las amenazas internas está relacionada con el hecho de que los servicios de seguridad dediquen demasiado tiempo y recursos a la invasión de Ucrania, plagada de atrocidades, por parte de Rusia.

La segunda pregunta es: ¿qué van a hacer ahora las autoridades? Si la historia sirve de guía, las cosas no pintan bien.

Rusia lleva más de dos décadas enfrentándose de forma intermitente a insurgencias islamistas militantes en Daguestán. Los servicios de seguridad han respondido con sus propios abusos: secuestros, desplazamientos forzosos de residentes locales y torturas.

Tras la masacre de la sala de conciertos en marzo, las autoridades rusas no sólo torturaron al menos a dos sospechosos, sino que compartieron grabaciones de ello. Era como si se enorgullecieran de la tortura.

Como ha detallado mi colega experta Tanya Lokshina, los servicios de seguridad también siguieron con redadas abusivas contra inmigrantes centroasiáticos, que además han sido objeto de violencia xenófoba en público.

Tras los últimos atentados perpetrados por militantes en Daguestán el domingo, cabe esperar que las autoridades rusas hayan aprendido ya que los abusos ilegales no han servido para frenar la militancia: que prevenir los atentados de antemano sería más eficaz que torturar a la gente después.

La esperanza muere al último. 

 

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