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La conferencia ministerial mundial en Bogotá debe comprometerse a poner fin a la violencia sexual en las escuelas

Los gobiernos deben anunciar medidas concretas para prevenir y erradicar este flagelo

Alumnas en un aula de una escuela secundaria media en Sédhiou, en el sur de Senegal. © 2017 Elin Martínez para Human Rights Watch

Millones de niñas y niños sufren violencia sexual y otras formas de violencia todos los días y en todos los lugares. Nuevos datos de la coalición Together for Girls muestran que, solo en el último año, 82 millones de niñas y 69 millones de niños sufrieron alguna forma de violencia sexual en todo el mundo, a menudo en espacios donde deberían sentirse seguros: en el hogar, la escuela, el transporte público y en espacios comunitarios o religiosos.

Durante el mismo período, los tipos de abuso sexual en línea y a través de la tecnología se han multiplicado: más de 300 millones de niños y niñas han sido afectados por la explotación y abuso sexual infantil en línea.

La magnitud de la violencia contra la infancia y sus impactos a lo largo de la vida son devastadores. Esta semana, los gobiernos se reúnen en Bogotá, Colombia, para la primera Conferencia Ministerial Mundial para poner fin a la violencia contra la niñez. Cientos de expertos y organizaciones, entre ellas Human Rights Watch, han firmado una carta abierta en la que instan a todos los gobiernos a abordar la violencia sexual en el ámbito educativo con la seriedad y urgencia que se requiere.

En el caso de las niñas, la violencia sexual en las escuelas se manifiesta de muchas formas: desde coerción sexual para obtener calificaciones y cuotas, hasta acoso y abuso sexual por parte de profesores y compañeros, en ocasiones a diario, así como violencia de género en línea, incluida la coerción sexual y la difusión no consentida de fotos íntimas, por mencionar algunos ejemplos. Los niños, así como jóvenes lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) y aquellas personas con discapacidades, también sufren violencia sexual en el entorno escolar, a menudo en silencio debido a estereotipos profundamente arraigados, estigmatización y discriminación. La falta de acción por parte de las escuelas a menudo obliga a las y los estudiantes a abandonar sus estudios, lo cual genera una pérdida de aprendizaje. Aquellos que deben mantener contacto continuo con sus agresores enfrentan un alto riesgo de sufrir traumas repetidos.

Los gobiernos que realmente busquen poner fin a la violencia sexual en las escuelas deben implementar medidas que reflejen la complejidad de prevenir y abordar esta problemática. Esto incluye invertir en la capacitación del personal escolar, asignar consejeros especializados en violencia sexual y asegurar el acceso a una educación sexual integral para empoderar a todo el alumnado. También deben poner fin a la impunidad de estos actos de violencia, estableciendo sistemas de denuncia sólidos, confidenciales y accesibles, además de garantizar la coordinación entre los ministerios de educación, la policía y las instituciones judiciales, e invirtiendo recursos significativos para asegurar justicia efectiva, apoyo y reparación para los niños y niñas sobrevivientes.

Es urgente que los gobiernos reconozcan que la violencia sexual en el ámbito educativo es una práctica generalizada y tomen medidas concretas para proteger a todas y todos los estudiantes de este flagelo.

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