En el pasado, Estados Unidos a menudo se quedó muy atrás de sus promesas de defender la democracia y los derechos humanos en todo el mundo. Bajo la presidencia del recién elegido Donald Trump parece destinado a retroceder aún más.
El primer periodo presidencial de Trump marcado por las violaciones de los derechos humanos. Sus promesas de campaña durante 2024 son aún más preocupantes. En todo el mundo, políticos autoritarios y contrarios a los derechos pueden sentirse fortalecidos con la victoria electoral de Trump.
Es clave que otros líderes den un paso al frente y defiendan los derechos humanos y la dignidad de todos.
Como gran democracia del Sur Global que ha resistido graves ataques contra sus propias instituciones democráticas, Brasil tiene un papel especialmente importante que desempeñar en América Latina, y más allá. Durante el mandato del presidente Lula, Brasil ha tratado de recuperar su prestigio internacional tras haber sido prácticamente un paria durante los cuatro años de su predecesor, Jair Bolsonaro. El gobierno estará en el centro de la atención como anfitrión de la cumbre del G20, el 18 y 19 de noviembre, y de los BRICS y de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP30), en 2025.
Sin embargo, la falta de coherencia ha sido un lastre importante para el liderazgo de Brasil.
Brasil ha defendido el derecho internacional y condenado los crímenes de guerra en Palestina y Líbano, por ejemplo, pero no ha empleado la misma firmeza en Ucrania.
Durante el primer mandato de Lula, Brasil fue un importante defensor de la Corte Penal Internacional (CPI), pero 20 años después su gobierno se abstuvo en la primera votación sobre la resolución anual de la Asamblea General de la ONU sobre la CPI. En 2023, Lula afirmó que “ni siquiera sabía de la existencia” de la CPI.
Además, Lula garantizó al presidente ruso, Vladimir Putin, que no sería detenido si visitaba Brasil. Como miembro de la CPI, Brasil tiene obligación de cumplir la orden de detención de la corte que pesa sobre Putin por su presunto papel en el traslado forzoso y la deportación de niños ucranianos por parte de las autoridades rusas.
El ministro de relaciones exteriores dijo que Brasil estaría “muy contento” si Putin asistiera a la cumbre del G20 en Río de Janeiro. Más tarde, dio marcha atrás y dijo que no podía descartar que un juez brasileño emitiera una orden de arresto en su contra.
Durante su primer mandato, Trump impuso sanciones a la CPI. Tras nuevos ataques contra la CPI por parte de legisladores estadounidenses, no sería sorprendente que redoblara las sanciones contra la CPI en su segundo mandato. Brasil y otros Estados miembros de la CPI tendrán que defender la corte para evitar que la justicia internacional se vea gravemente debilitada.
El medioambiente es otro ámbito en el que el liderazgo de Brasil será fundamental, dada la intensa oposición de Trump a los esfuerzos para frenar el cambio climático. Sin embargo, la aspiración de Brasil de convertirse en un “gigante de la sostenibilidad”, como lo expresó Lula, también se ve obstaculizada por la incoherencia.
Aunque ha hecho avances para frenar la deforestación de la Amazonía, su gobierno planea invertir miles de millones de dólares en nuevos pozos de petróleo y gas, lo que contribuiría a las emisiones globales de gases de efecto invernadero durante muchos años, tanto si los combustibles fósiles se queman en Brasil como en el extranjero.
La política exterior de Brasil ha evolucionado en los dos años de presidencia de Lula.
En septiembre, en la Asamblea General de Naciones Unidas, Lula adoptó una línea más acorde con los estándares internacional de derechos humanos, al condenar la “invasión del territorio ucraniano”, el ataque dirigido por Hamás contra civiles en Israel el 7 de octubre de 2023 y el “castigo colectivo” del gobierno israelí contra los palestinos.
En 2023, Lula calificó como “narrativa construida” la preocupación por el debilitamiento de las instituciones democráticas en Venezuela, a pesar de que el presidente Nicolás Maduro había cooptado todos los poderes del Estado y era responsable de graves violaciones de derechos humanos. No obstante, desde que Maduro afirmó haber ganado la reelección en los comicios de julio, sin mostrar las actas electorales para corroborarlo, Lula se ha distanciado del mandatario venezolano.
Brasil también puede contribuir a mejorar la vida de las personas en todo el mundo como defensor de sistemas impositivos progresivos y de la lucha contra la desigualdad, temas prioritarios para el presidente Lula, así como de los derechos de los refugiados y los migrantes, y de la autonomía de las mujeres y su derecho a tomar decisiones sobre sus propias vidas, especialmente frente al segundo gobierno de Trump, quien parece empeñado en ir en la dirección contraria.
Brasil puede hacer importantes contribuciones para hacer frente a las crisis humanitarias y de seguridad en Haití mediante un compromiso más enérgico con el país caribeño.
Brasil también debería colaborar con otros países para llenar los vacíos de ayuda humanitaria y la protección de los derechos humanos en otros países y regiones.
Igualmente, debería criticar públicamente los abusos que cometa el gobierno estadounidense si Trump cumple sus promesas de detenciones y deportaciones en masa de millones de personas, lo que destrozaría familias, y sus amenazas de usar el departamento de justicia para tomar represalias contra sus rivales políticos.
De manera crucial, Brasil también debería liderar esfuerzos multilaterales para proteger los derechos humanos de las personas que sufren bajo gobiernos represivos que dicen estar en el extremo opuesto de Trump en el espectro político, como Cuba, Nicaragua y Venezuela en América Latina. Tampoco debería aceptar los intentos de Putin de vestir el manto del anticolonialismo y antiimperialismo.
Adoptar una política externa coherente también requiere que Brasil proteja los derechos humanos en su propio territorio, especialmente a través de políticas de seguridad pública eficaces que respeten los derechos de la población.
Brasil debería estar del lado de todas las víctimas de violaciones de derechos humanos, independientemente de quiénes sean, dónde estén y quién sea responsable por los abusos. En este momento se necesita más que nunca una voz audaz y coherente.