Parece que apenas pasan una o dos semanas sin que el gobierno húngaro ataque los derechos de sus ciudadanos.
En los últimos 14 años, el primer ministro Viktor Orbán y su partido gobernante, el Fidesz, han adoptado un planteamiento de destrucción de la democracia, el Estado de derecho y los derechos humanos en Hungría.
Orbán cambia la Constitución del país a su antojo, declarando varios estados de excepción que le permiten gobernar por decreto, incluso pasando por encima del Parlamento, reducido ahora a un papel puramente formal.
El partido en el poder hace todo lo posible por silenciar a los críticos, atacando a los periodistas independientes, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil.
El partido de Orbán se ha hecho con el control de la mayoría de los medios de comunicación del país, que utiliza para difundir mentiras favorables al gobierno y al partido.
También denigra constantemente a los grupos minoritarios, como los inmigrantes y las personas LGBT. Gastan grandes sumas de dinero público en campañas mediáticas nacionales de desinformación alarmista contra estos grupos.
Sin duda lo hacen para atizar el odio y crear chivos expiatorios que distraigan la atención de su toma antidemocrática del poder y del hecho de que, bajo el gobierno de Fidesz, Hungría es el país más corrupto de la UE y también el más pobre.
Lo que nos lleva a la semana pasada: Hungría ha intensificado su represión de las personas LGBT con una nueva ley draconiana dirigida contra este colectivo.
La ley restringe el derecho de reunión cuando se trata de apoyar los derechos LGBT. Los organizadores y participantes en actos relacionados con el colectivo LGBT se enfrentan a multas de hasta 500 euros por ejercer su libertad de reunión y expresión. También autoriza a las autoridades a utilizar tecnología de reconocimiento facial para identificarlos.
Orbán ha dejado claro que la intención de la ley es prohibir la marcha del Día del Orgullo .
La ley anti Orgullo ha suscitado, y con razón, críticas generalizadas. Miles de personas se congregaron en las calles de Budapest para protestar. A pesar de la prohibición, los organizadores tienen previsto celebrar el Día del Orgullo a finales de junio, y el alcalde de Budapest ha declarado que efectivamente se celebrará en la ciudad.
En otras palabras, la gente defiende sus derechos frente a un gobierno de mentalidad autoritaria. Muy bien.
Estén atentos a este espacio.