¿Alguna vez has tenido la sensación de que te siguen?
Pues puede que sus temores estén justificados, porque las nuevas tecnologías lo están poniendo más fácil que nunca.
El uso de la tecnología de vigilancia por reconocimiento facial se ha extendido rápidamente en los últimos años. Los gobiernos la emplean para escanear, identificar y elaborar perfiles de personas en masa.
La utilizan en Irán para espiar las protestas, en China para identificar a personas por su origen étnico y en Rusia para frenar la disidencia política. En todo el mundo se emplean sistemas de reconocimiento facial con inteligencia artificial (IA) para vigilarnos y controlarnos en espacios públicos.
Y su uso se está extendiendo. Muchos países, como Israel y el Reino Unido, planean desplegar aún más.
El peligro para nuestras libertades fundamentales es claro: la tecnología de vigilancia por reconocimiento facial equivale a una vigilancia masiva. Mina nuestros derechos a la intimidad y amenaza nuestros derechos a la libertad de expresión y de reunión.
También es una amenaza para nuestro derecho a la igualdad y a no sufrir discriminación. Como ocurre con muchas de las nuevas tecnologías, la vigilancia por reconocimiento facial exacerba las desigualdades estructurales existentes y golpea con mayor dureza a las personas marginadas y vulnerables. En resumen: los poderosos tienen una nueva herramienta contra los indefensos.
La tecnología de vigilancia por reconocimiento facial no es compatible con el derecho internacional de los derechos humanos y, entre otras cosas, es sencillamente demasiado peligrosa y poderosa para ser utilizada en algunas circunstancias sin consecuencias negativas para los derechos humanos.
Por ello, 180 grupos de derechos humanos y otros expertos se han unido a un nuevo llamamiento a gobiernos y empresas para que dejen de utilizar la tecnología de vigilancia por reconocimiento facial en espacios públicos y en contextos de migración y asilo.
No hay ningún caso de uso seguro para esta tecnología en nuestras calles o fronteras.
Necesitamos que los gobiernos den un paso al frente y prohíban la vigilancia por reconocimiento facial en estos espacios, y que las empresas dejen de crear y utilizar esta poderosa herramienta con fines de vigilancia.
Y necesitamos leyes, porque esperar que las empresas lo hagan por su cuenta no funciona. En 2020, algunas de las grandes empresas tecnológicas prometieron una moratoria en la venta de tecnología de vigilancia por reconocimiento facial, en respuesta a la preocupación por los derechos humanos, pero ya estamos viendo que al menos una empresa ha dado marcha atrás en ese compromiso.
La buena noticia es que algunas autoridades parecen estar captando el mensaje. El último borrador de la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea muestra un mayor compromiso con la prohibición de la vigilancia por reconocimiento facial en los espacios públicos.
Tenemos derecho a pasear por lugares públicos sin que nos sigan como si fuéramos sospechosos de un delito. Tenemos derecho a reunirnos como queramos. Tenemos derecho a vivir libremente.
No debemos permitir que nuestros gobiernos dispongan de herramientas que les faciliten abusar de nuestros derechos.
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