Hoy vamos a retroceder una década y media para llegar a la actualidad.
Hace quince años, en los últimos meses de los 26 años de guerra civil en Sri Lanka, el mundo fue testigo de horrores increíbles.
El ejército de Sri Lanka llevaba tiempo estrechando el cerco en torno a sus enemigos, los separatistas Tigres de Liberación de Eelam Tamil (LTTE). El ejército designó "zonas de exclusión de fuego" en las que se suponía que los civiles estaban a salvo, y luego bombardeó esas zonas sin piedad.
Las autoridades de Sri Lanka argumentaron que los LTTE utilizaban a los civiles bajo su control como escudos humanos, y era cierto. Los llamados "Tigres tamiles" disparaban incluso a las familias que intentaban escapar. En cierto sentido, era como una situación de rehenes masiva, pero eso no justificaba el bombardeo indiscriminado de las fuerzas armadas sobre zonas donde había una gran concentración de civiles.
Tampoco justificaba que el gobierno restringiera los suministros humanitarios a los civiles de la zona de conflicto, algo que también hicieron los LTTE.
El resultado de estos meses de horror en 2009 fue la muerte de hasta 40.000 civiles. Un estudio de expertos de la ONU descubrió que, durante ese periodo, "prácticamente todos los hospitales de la [región], ya fueran permanentes o temporales, fueron alcanzados por la artillería".
Los abusos continuaron después de que la guerra hubiera terminado oficialmente. El gobierno de Sri Lanka encarceló sin cargos a más de un cuarto de millón de personas de etnia tamil desplazadas por el conflicto. Los encerraron en campos de reclusión hacinados, en condiciones terribles, y disparaban contra los que intentaban escapar.
El ejército de Sri Lanka también hizo desaparecer por la fuerza a un número desconocido de personas después de la guerra. Se cree que muchos fueron ejecutados extrajudicialmente. Es decir, los militares los asesinaron.
Nunca se ha hecho justicia por estos crímenes. Hoy, 15 años después, no hemos visto ninguna rendición de cuentas por las atrocidades cometidas por las fuerzas gubernamentales, que no sólo incluyen los ataques indiscriminados, las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales, mencionados anteriormente, sino también torturas y violaciones.
Los dirigentes de los LTTE murieron en su mayoría en combate o fueron ejecutados, por lo que nunca podrán enfrentarse a la justicia por sus asesinatos sumarios, bombardeos de civiles, secuestros y utilización de niños soldados.
No ha habido ningún ajuste de cuentas con el pasado, y la gente ni siquiera puede llorar en paz a sus seres queridos perdidos. Las autoridades de Sri Lanka siguen, a día de hoy, amenazando y deteniendo a las personas que intentan conmemorar a los muertos y desaparecidos.
El último aspecto terrible de todo esto es que algunos militares de otros países empezaron a ver "el método de Sri Lanka" como un "modelo" para luchar contra la insurgencia, ignorando el terrible costo humano. Algunos todavía lo hacen, incluso hoy.
Las matanzas masivas de civiles no deberían ser un modelo para nadie en ningún lugar. Las atrocidades de la historia de la humanidad deberían servir de advertencia, no de guía.