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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es recibido por el ministro angoleño de Asuntos Exteriores, Tete Antonio, a su llegada al aeropuerto internacional Quatro de Fevereiro de Luanda, Angola, 2 de diciembre de 2024. © 2024 Ben Curtis/AP Photo

En el ocaso de su mandato, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, realiza una visita de dos días a Angola.

Se trata de una visita notable porque, a pesar de lo mucho que se habla en Washington sobre la necesidad de contrarrestar la influencia de China en África, este tipo de atención personal de alto nivel es muy poco frecuente.

Este es el único viaje de Biden a África en sus casi cuatro años de presidencia. Y puede que pase algún tiempo hasta que veamos la próxima visita presidencial estadounidense: durante su primer mandato, Donald Trump nunca pisó el continente.

Así que, para el presidente angoleño, João Lourenço, la visita de Biden supone un importante logro diplomático, quizá el mayor desde que asumió el cargo en 2017.

Lo que encabeza la agenda de los dos presidentes probablemente no sorprenderá a nadie: las cuestiones económicas.

En particular, el gobierno estadounidense ha mostrado su interés por un mayor acceso a la riqueza mineral de África Central. Junto con Europa, Estados Unidos ha participado en una iniciativa multimillonaria denominada Corredor de Lobito. Se trata de un proyecto ferroviario que conecta el puerto atlántico angoleño de Lobito con el "cinturón de cobre" de Zambia y la República Democrática del Congo.

No está tan claro si los derechos humanos están también en la agenda.

El historial de Angola en materia de derechos humanos es sombrío. La policía ha estado implicada en asesinatos, violencia sexual, torturas, uso excesivo de la fuerza y detenciones injustificadas de activistas y manifestantes pacíficos.

Además, el año pasado, el presidente Lourenço promulgó dos nuevas leyes que restringen gravemente los derechos humanos fundamentales. La primera establece penas de prisión de hasta 25 años para quienes participen en protestas que provoquen vandalismo e interrupciones del servicio. La segunda permite un control excesivo del gobierno sobre los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil y otras instituciones privadas.

La visita de Biden a Angola -la primera de un presidente estadounidense- es una oportunidad única para ayudar al pueblo angoleño poniendo de relieve los abusos que padecen. Es probable que esta oportunidad de alto nivel no vuelva a presentarse en mucho tiempo.

Biden debería hacer que sea fructífera.

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